Observando (Kay + Libre)

La cogí de una mano y paré su ademán de irse. La miré, con gesto de disculpa e intenté sonreír. Joder, no podía cagarla de aquella manera con con ella, me sentiría culpable si se iba enfadada.

-Lo siento, lo siento -solté su mano y me rasqué la nuca-. Bueno, la verdad es que aunque me lo suplicaras, no te cantaría. Podría asustarte y que me dejaras de hablar para siempre..

Tenía curiosidad por ver la cara de la chica cuando me viera cantar Screamo del fuerte. Lo más seguro es que me confundiera con un Fheral y que me clavara algo en la cabeza y me matara. O que me dejara estéril. Por eso, no iba a intentarlo. Antes, prefería quedarme callado un ratito.

Apartó la mano con rapidez. Aquel gesto me desconcertó un poco, pero me concentré en la pregunta que me había hecho. Al menos me había perdonado. Sonreí con dulzura y respondí a su pregunta, con la mayor delicadeza que pude.

-No es que cante mal. Es mi manera de cantar lo que te puede asustar -tenía que explicárselo mejor para no confundirla más de lo que estaba-. ¿Has escuchado a los Fherals gritar? ¿De esa manera tan gutural? Pues así es como yo canto. En la mi mundo, eso es una manera bastante conocida de cantar, un poco difícil, pero es conocida -creo que me había entendido. Aunque no me importaría volver a repetírselo.

No me gustó la idea de que se alejara de mí, no le iba a hacer nada. Bueno, no me movería, para no asustarla más de lo que ya estaba.

Reí a carcajadas. Me hizo gracia la reacción que tuvo Kayla. No podía haber una persona más mona que ella. ¿Dónde había estado toda mi vida? La miré a los ojos.

-Es mejor que no, por eso nunca cantaré delante tuya -sacudí la cabeza-. Dejemos de hablar de mí. ¿Tu no sabes hacer nada? Tienes que saber hacer algo que yo no sepa hacer -entrelacé mis dedos y suspiré, esperando a que respondiera.

No sabía que hacían los nativos allí. Ni como vivían, ni como se mantenían con vida. Tenia curiosidad. Si no encontraba el portal, tendría que estar en aquel mundo. Tendría que aprender de los mejores. Estaba bastante lejos de mí.

-Acércate, que no muerdo.

Puse las manos en alto y ladeé la cabeza, con los ojos brillantes.

-Me río porque eres graciosa. me haces gracia. Eso es bueno. ¡Oh! ¿Los perros? Yo tenía un perro. Es más o menos grande. Blanco, con los ojos azules. Se llamaba Keichi. Yo, no llevo mucha comida. ¿sabes coser? Yo siempre me pincho cuando lo intento, soy un negado -reí-. ¿Cantas? Me encantaría escucharte.

Sabía que no lo iba a hacer, pero al menos tenía que intentarlo. Miré al cielo, estaba empezando a anochecer y no había buscado un lugar seguro en el que dormir. Me tocaría quedarme despierto otra noche más.

Imitó lo que hizo y sonreí.

-No, no me canso. Para mí, las posturas que hago son normales, de toda la vida. Mi perro no estaba aquí cuando desperté y no tampoco tengo una foto de él. Ojalá pudiera enseñártelo, es precioso -me levanté del suelo-. Parte de mi trabajo es respetar las voces de los demás. así que respetaría tu forma de cantar.

Sí, se estaba haciendo de noche. Suspiré y la iré a los ojos.

-Bueno, pues supongo que esto es una despedida, espero que duermas bien -sonreí.

-Pues un día me tienes que cantar, yo quiero escucharte, Kayla, tienes que cantar muy bien -la trataba como si fuera una niña pequeña, pero me era imposible no actuar de aquella manera. Era demasiado inocente y mona como para tratarla como una adulta.

me encogí de hombros y me coloqué bien la mochila. Le di un trago a la coca cola y se la enseñé.

-Contiene cafeína -le leí, mirando la botella y después a ella-. Llevo varias noches sin dormir por miedo a los zombies. Esto me mantiene más o menos despierto. Procura dormir un poco, no es bueno estar muchas noches sin dormir. Bueno, aunque... ese ejemplo no se aplica a mí -sonreí.

Puse las manos detrás de la cabeza y cara de enfado.

-Algún día me vas a cantar, ya lo verás. Por ahora creo que estoy bien sin dormir, ya encontraré algún lugar seguro para no acabar muerto al siguiente día, no te preocupes -suspiré-. Supongo que sí, tendré que irme antes de que los Fherals venga detrás de mí en masa.

Se la veía un poco nerviosa. Puede que era porque se estaba haciendo de noche y tendría miedo a que los zimbies fueran a por ella. Aunque podía ser otra cosa.

-No me fio de dejarte sola en estas condiciones. Tengo una linterna. Si quieres, puedo acompañarte hasta tu... casa... y yo ya me iré por ahí. Para no dejar que te vayas sola.

Bostecé, tendría que irme ya. pero no me fiaba de dejarla sola, así que tendría que insistir un poco más hasta convencerla. La verdad es que no me importaba que no tuviera una casa, solo quería acompañarla hasta le lugar a dónde quería ir a dormir y asegurarme de que estaría bien allí. Además, no iba a dejarla sola por aquellos caminos y a aquellas horas en los que los Fherals salían a desayunar.

-Bueno, no me importa. Solo quiero acompañarte a dónde vayas a dormir, no quiero que te pase nada malo. Después, si quieres, desapareceré -sonreí y encendí la linterna y después la apagué-. ¿Qué me dices? ¿Te hago un poco más de compañía?

Esperé su respuesta afirmativa, aunque esperaba que me dijera que no. Se la veía un poco nerviosa y era bastante independiente, no sería fácil convencerla.

Asentí ligeramente con la cabeza. No quería perderla de vista, pero dudaba mucho que no la volviera a ver. Aquel mundo era muy muy pequeño, seguro que la volvería a encontrar en algún sitio de la ciudad en el que pudiera verla de nuevo.

-Si tú quieres que desaparezca para siempre, lo haré.

A lo lejos, muy a lo lejos, los gritos guturales de los Fherals nos helaron la sangre en las venas. Sonreí y la miré a los ojos, intentando mostrar confianza para que no se pusiera más nerviosa de lo que ya estaba, que no era poco.

-Bueno, no queda mucho tiempo. ¿Seguro que no quieres que te acompañe? Esos gritos dan mucho miedo.

La puse delante mía. Se sorprendió un poco de aquello y la miré a los ojos para explicárselo.

-No estoy seguro de dejarte detrás mía. Si nos atacan, será por la espalda. Así no te perderé de vista -sonreí y encendí la linterna, iluminando el camino.

Comenzamos a caminar con lentitud, mirando el suelo y escuchando todo nuestro alrededor. De vez en cuándo podíamos escuchar a los zombies de mierda chillar como si tuvieran orgasmos, pero a lo bestia. saqué la katana, por si había algún contratiempo y la llevé bajada.

-Pero suelen atacar por detrás, al menos, lo he visto así -me encogí de hombros y la miré, aquella pregunta que me había hecho era bastante extraña, por no decir mucho-. Claro que se leer perfectamente, ¿tú no?

Bueno, era una nativa. Lo más seguro es que no supera leer. Sonreí. Sería muy divertido enseñarle, al menos, a mi me encantaría hacerlo. Era como una niña pequeña y aquello me gustaba. Me metí una de las manos en el bolsillo. La miré a los ojos.

-¿No tienes hambre?

Suspiré y seguí caminado, iluminando el camino con la linterna. Dios quisiera que las pilas no se gastaran en aquel preciso momento.

-Bueno, pues yo podría leertelo, no me importaría -sonreí mientras la miraba. Después saqué la botella de cocacola de la mochila y se la di-. Bebe si quieres, no me importa compartir mi bebida contigo.

Bostecé, tenía bastante sueño y además tendría que hacer ese mismo camino por dos veces. No tenía ni idea de dónde vivía Kayla, pero esperaba que no fuera en un lugar muy lejano, porque estaba realmente cansado. El grito de un Fheral sonó bastante cerca de nosotros.

Agarré a Kayla por el brazo e hice que se parara.

Solté a Kayla y agarré la Katana con fuerza, manteniéndola en alto. Miré hacia todos los lados, apuntando con la linterna. No parecía estar muy lejos, pero no se veía nada por los alrededores. De repente, escuché una especie de respiración bastante fuerte a mi espaldas, como un bufido. Me giré con rapidez y apunté allí con la linterna. Tenía a un Fheral justo encima mía.

Eché a Kayla hacia un lado y di unos pasos atrás, con la katana en alto. Su mano se dirigió a mi brazo y me produjo una herida que no tardo en empezar a sangrar. Lo miré con odio, mientras me aguantaba un grito de dolor. Corrí hacia él y apunto estuvo de darme otr arañado, peor lo esquivé, haciéndome a un lado. Con un movimiento rápido, logré introducir la espada en su estómago y, con bastante fuerza y haciéndome daño en los músculos del brazo, sesgué su cuerpo hacia arriba, abriéndolo por la mitad. Las gotas de su sangre impactaron sobre todo mi cuerpo. Saqué la espalda y vi como el cuerpo caía con lentitud.

Tomé aire y me miré la herida.

-Mierda...