¿Tanto andar para acabar en la casa de Dios? (Johanna)

Me dolían los pies una barbaridad. las converses no eran nada cómodas para caminar po el campo. Tenían la suela demasiado blanca, por no decir que casi no tenían suela. Suspiré y estiré la espalda cuando nos encontramos en una especie de plaza que estaba en bastante mejor estado que el resto de la ciudad. Habíamos tardado unas tres horas en llegar hacia allí y no habíamos parado ni un solo segundo. De vez en cuando, le preguntaba a mi compañera que si estaba bien y ella sonreía. Bueno, algo era algo.

Nos paramos un momento y yo saqué el trozo de lienzo. Miré hacia los lados y pude distinguir una de las torres qye había visto desde la de los bosques. Sí, tenía que ser aquella. tenía la misma forma, los mismos ventanales. Era aquella. Miré a Johanna con una sonrisa y la cogí de la mano.

-Vamos, tenemos que darnos prisa.

Caminamos a paso rápido hasta llegar a los pies de un monumento enorme, que nos hizo alzar las cabezas bastante para llegar a verlo con claridad. Rosetones, arcos, vidrieras. No podía ser, aquello tenía que ser una broma. Oh, mierda.

-¿Una catedral? -casí grité-. ¿Como va a estar una piesta en un sitio tan llamativo? ¡Es imposible! -pero entonces recordé una cosa: La Fe. La pista-. Bajo la torre de los tres ventanales, descansa la cautiva convertida a la fe verdad...

Miré de nuevo la catedral. La Fe Verdadera, querría decir. Tres ventanales. Torre. Tenía que ser aquello, no había más posibilidades. El corazón me empezó a latir a mil por hora.

Seguí a Kay durante todo el camino. No tenía nada mejor que hacer y me aterraba ir sola. No sabía como había sido capaz de llegar yo sola hasta la torre pero, aunque ahora tenia un arma, me veía incapaz de ir sola… Sabía que tal y como era solo iba a poder sobrevivir de una manera, si los demás me ayudaban. De momento había tenido suerte y la gente había sabido apiadarse de una chica como yo y ofrecerme su ayuda, pero no sabía cuanto iba a durarme todo aquello. Los nativos eran un caso aparte, ellos no mostraban piedad. Supongo que una vida viviendo aquí les había curtido la personalidad. De la misma forma que estaba empezando a cambiar la mía…

Sacudí la cabeza. Nada, fuera malos pensamientos. Puse mi mirada en el camino que seguíamos, atenta por cualquier cosa que pudiera pasar. Caminábamos con prisa y intentaba que mi rápida respiración no fuera a delatarnos, no quería llamar la atención de nadie… ni nada.

Por fin llegamos a la ciudad, la verdad es que estaba cansada. No había dormido en toda la noche y ahora me había encontrado caminando de arriba para abajo en tensión constante. ¿Cómo se las arreglaban los nativos para sobrevivir en un lugar así? ¿Quizás por túneles subterráneos? De cualquier modo… Puse mi sonrisa casi eterna y seguí a Kay sin rechistar, aunque bueno, tampoco es que pudiera decirle demasiado…

Cuando llegamos a la catedral miré hacia arriba y me quedé extasiada. Por lo general las catedrales transmitían paz y calma… Pero aquella no. Más bien todo lo contrario, era un lugar tan tétrico… Miré al chico cuando recitaba el texto de la habitación donde habíamos aparecido. Sí, la verdad es que el texto parecía casar con una catedral, tal como habíamos imaginado al principio… Debíamos ponernos a buscar entonces. Quizás dentro de la catedral vivía alguna persona que colaboro en la creación de aquel lugar, o algo así. Quizás ella podría decirnos como salir de allí… quién sabe.

Abrí la puerta de la catedral con cuidado y nos colamos dentro. Hacía bastante fresco allí. Y estaba más o menos oscuro. La noche se nos estaba echando encima. Era genial. Bueno, por lo menos habíamos llegado vivos y sin un brazo menos. Suspiré y solté la mano de Johanna una vez dentro. Miré a mi alrededor. Algunas vidrieras estaban en perfecto estado. Aquello era genial, me quedé sin palabras.

-Es... bonita -admití. No era católico ni creyente, pero sí artista. Y aquello era una obra de arte.

Caminé por el pasillo central, escuchando el eco de mis pasos revotar contras las paredes desnudas de la catedral. Me sentía seguro allí. Al menos no había Fherals, o eso parecía. Me fui acercando poco a poco al altar y me di la vuelta, alzando los brazos.

-¡ANTICRISTO! -grité, haciendo eco en las paredes. Después miré a Johanna-. Siempre quise hacer eso -reí entre dientes y le indiqué que se acercara-. Siento haberte llebado como un perrito faldero...

La puerta se abrió con un chirrido y yo me estremecí. Pasé al interior de la catedral tras Kay, con el corazón en un puño y con la mano acariciando el machete. Inconscientemente me sentía más segura con el tacto frío del metal. Quién iba a decirlo de alguien como yo.

Cuando nos hallamos dentro di una vuelta sobre mi misma, observando las paredes y los ventalanes. Sí, Kay tenía razón, todo aquello era hermoso. A la par de tétrico, todo había que decirlo, porque una catedral en medio de un pueblo infestado de zombis… Bueno, era algo bastante irónico.

Caminé detrás de Kay, algunos pasos por detrás, observando el lugar y paseando mis manos por los viejos bancos de madera maltrecha. En el momento en el que Kay llegó al altar y grito, no pude hacer nada más que dar un respingo y mirarle con los ojos abiertos de puro terror. ¡¿Qué hacía?! ¡Nos iban a escuchar! Y eso sin decir que suficientemente asustada estaba ya como para que pudiera ponerse a chillar cosas sobre el anticristo. Como si no tuviéramos suficientes problemas, para ponernos a Dios en contra. Le miré y negué con la cabeza, aunque terminé por acercarme a el con unas sonrisa. Bueno, que más daba que me hubiera llevado como ‘un perrito’. Al menos habíamos llegado a la ciudad de nuevo y estábamos sanos y salvos. Algo era algo.

Pero bueno… y ahora, ¿Qué se suponía que debíamos buscar?

La sonreí y me di la vuelta. Miré hacia arriba y abrí los ojos. Una, dos, tres. Tres vidrieras de colores se alzaban sobre nuestras cabezas, emanando luces de colores que se reflejaban en el suelo. El corazón me dio un vuelco sin poder evitarlo. Miré a Johanna y después, recordé la cita.

-Bajo la torre de los tres ventanales, se encuentra la cautiva convertida a la fe verdadera -murmuré, mirando por alrededor.

Pero allí no había nada. Solo estaba el maldito altar y el sagrario, creía que se llamaba. Pero no estaba seguro. ¿Qué teníamos que hacer ahora? ¿Qué iba a pasar en aquellos momentos? Ni nosotros lo sabíamos. Suspiré y me metí las manos en los bolsillos.

-Espero que no nos hayamos equivocado...

Me puse a mirar a mí alrededor. Hum, sí, por lo que decía Kay tenía que ser por aquí, pero ¿dónde? Me dirigí al altar y empecé a inspeccionarlo. Quizás había alguna extraña entrada oculta que bajara a algún sótano. Por eso del “bajo la torre”. Empecé a toquetear cosas, viendo palancas en cualquier sitio, donde obviamente no las había. Hasta que finalmente me senté sobre el altar con un suspiro.

Miré a mí alrededor mientras mis piernas colgaban del altar. Pues no había encontrado nada, ¿dónde podía esconderse aquella cosa de al fe verdadera? Por qué quizás no hablaba de nadie… Si no solo hacía referencia a la catedral. Pero sí, si hablaba de la cautiva… Bueno, quizás era una metáfora. Sí, sería muy usual que en algún momento de esos el escrito fuese todo una metáfora. Ya les valía. Nosotros aquí arriesgando la piel y ellos con metáforas. Apreté las manos en puños. ¡Quería encontrar ya el portal!

Al rato deje de hacer fuerza. Me había clavado las uñas en la palma de la mano y además tenía los nudillos blancos. ¿Cuándo me había comportado yo así? Suspiré negando con la cabeza. Realmente aquel lugar me estaba cambiando. Si no encontraba ya la salida me iba a volver loca del todo.

Salte del altar para caer sobre mis dos piernas. Había que seguir buscando, pero ¿qué?

Suspiré y me di la vuelta. Un momento. ¿Qué era aquello?

Al girar la girola, me encontré con un espacio semicircular. El espacio estaba más o menos cerrado y la luz de las vidrieras iluminaban lo poco que había allí. Llamé a Johanna por su nombre, para que se acercase. En el centro de aquella mini sala, había un sacófago. Puse una mano encima. Estaba helado. Tenía polvo. Soplé sobre el, creando una persiana de polvo negro. Tosí un poco y miré a Johanna.

-¿Tienes idea de lo que puede significar esto? -lo toqué de nuevo, examinándolo por todas partes.

Aquello tenía que significar algo. No podía estar allí y que nadie se hubiera dado cuenta. Era muy extraño. Puede que aquello... fuera la pista.

Observé a Kay girar sobre si mismo y dirigirse hacía un lugar que tampoco había visto yo antes. Caminé detrás de él, lentamente pero con curiosidad. Oí que el chico me llamaba por mi nombre y aceleré el paso hasta situarme a su lado. Quizás me necesitase.

Mis ojos se clavaron en el objeto que gobernaba en aquella sala. El sarcófago. Al igual que Kay, me lo quedé mirando. Ciertamente ése sarcófago debía tener algún tipo de importancia, sino no estaría ahí ¿no? No era costumbre poner un sarcófago en medio de la iglesia… ¿no?

Pasé la mano por encima del sarcófago, dejando un surco detrás de mi recorrido, debido al polvo que había y que mi mano se estaba llevando por delante. Hmmm, quizás dentro… Bueno, quizás estaba el portal, o quizás había unas escaleras… Quién sabe. Alcé la cabeza para fijar mis ojos en los tres ventanales. ‘Bajo la torre de los tres ventanales, se encuentra la cautiva convertida a la fe verdadera’. Debía ser eso, no podía ser otra cosa ¿no? Entonces... ¿habría una chica atada dentro del sarcófago? Pero si eso fuese así... No podía estar viva, a saber cuanto tiempo llevaba ahí dentro... ¿Íbamos a encontrar un esqueleto si lo abríamos?

Golpeé con mis nudillos la tapa del sarcófago, para comprobar que fuese hueco por dentro. Luego miré a Kay y hice el gesto de empujar la tapa a un lado, aunque claro, para una persona era demasiado. Debíamos empujar los dos a la vez para moverlo. Quizás nos llevábamos una desagradable sorpresa, pero era lo único que se me ocurría... A no ser que por algún lugar, alrededor de aquél objeto, hubiese alguna especie de entrada secreta.

Giré mi cabeza hacía atrás. La verdad es que si el sarcófago era una falsa pista, lo siguiente sospechoso eran los arcos ciegos. Volví la cabeza hacía el chico y la ladeé con una sonrisa. ¿Íbamos a mover la tapa del sarcófago?

Aquello no me daba buena espina. A decir verda,d el ambiente se había hecho más tetrico de lo que era ya de por sí. El sacófago parecía tener años y estaba en bastante mal estado. Vi a Johanna posarse a mi lado y la miré con cierta duda.

-No sé ni lo que hacer...

Lo miré de nuevo. ¿Lo abríamos? Ella me hizo un gesto para que lo hiciéramos, pero yo no estaba muy seguro. ¿Qué pasaría si dentro de no había nada? ¿Estaríamos dónde antes? No podía soportar haber perdido aquel asalto de una manera tan estúpida.

Asentí con la cabeza y empezamos a tirar de la tapa, hasta dejarla caer. Sonó bastante, revotando y haciendo que me dolieran los tímpanos. Después de que el polvo se fuera, pudimos comprobar que dentro...

(Ahí lo dejo xD)

Cuando la polvareda se diluye, podéis contemplar el esqueleto engalanado de una mujer. Está vestido con un lujoso traje blanco bordado abundantemente con hilos de oro. En su cabeza porta una corona del mismo material, mientras que sus manos están cerradas en puños sobre su abdomen. En una de las paredes de piedra podéis distinguir una inscripción en latín:

No pude evitar dar un bote al ver al esqueleto allí, no me lo esperaba. El traje en el que estaba era muy lujoso, incluso podía decir que los bordados eran de oro. Toqué la tela, con suavidad, con miedo a que se destrozara. La corona que llevaba la cabeza de aquel cuerpo también era de oro. Mis ojos se fueron hasta una inscripción, grabada en la piedra.

-Allí donde... el fuego consumió el canto... se esconde la familia de la rosa -susurré y miré a Johanna, con un poco de rabia-. ¿Es una broma. no?
.
Me levanté y me puse las manos en las caderas. ¿Por qué no estaba ahí el portal? Aquello era una pista. ¡Otra pista! Le di un puñetazo a la pared.

Cuando vi al esqueleto cogí aire y me aparté de allí. ¿Por qué me asustaba? ¿No era lo que ya me esperaba según la pista? Una mujer no podía permanecer viva tanto tiempo dentro de un ataúd. Vamos, que los ataúdes servían para poner a los muertos. Aún así me había asustado. Todo allí me espeluznada. Los zombies devoradores de carne humana, cuerpos… Bueno, al menos era un esqueleto y no un amasijo de carne.

Cerré los ojos un momento ates de adelantarme para observar el cuerpo. Vaya, parecía importante por como iba vestido. ¿Era de oro de verdad? Quizás pudiéramos coger la corona y revenderla en algún sitio… Un momento, pero ¿qué estaba pensando?¿Saquear tumbas? Oh dios mío, ya volvía. Esto nunca se me hubiera ocurrido en el otro mundo… Éste lugar me daba miedo… y no solo por las cosas que había, sino por como me estaba afectando.

Vi la inscripción del lateral y me quedé unos momentos quieta asimilando la información. Hum… La familia de la rosa… Bueno, quizás debamos buscarlos a ellos… Quizás ellos tengan la próxima pista. Vale, vale… donde el fuego consumió el canto, donde el fuego consumió el canto… Un momento. Eso me sonaba… Un lugar donde se cantase… bueno, no se cantaba exactamente… a lo mucho operas y representaciones pero… bueno, a falta de una sala de conciertos… No podía tratarse de nada más que el teatro. Sí, ya lo había visto antes, con Alexei. Su fachada estaba quemada, algún incendio. La siguiente posta debía estar ahí. ¡Sí! ¡Lo había descubierto!

Miré a Kay. Parecía estresado. Suspiré y sonreí con timidez. Me acerqué a él y le apreté el hombro con una mano para tranquilizarlo. Bueno, no íbamos a esperar que fuese tan fácil. Cuando vi que ya me miraba le volví a sonreír y le hice un signo con la mano para que esperase. Me agaché y me descolgué la mochila del hombro para acto seguido ponerme a buscar la libreta, cuando la encontré empecé a escribir con el bolígrafo.

“Creo que sé a donde se refiere… solo se me ocurre el teatro. Ya he estado por allí”

No tenía ni la menos idea de dónde podía estar la pista. Lo úncio que se me ocurría en aquellos momentos era patear aquella mierda de ataud y cagarme en todo lo cagable varias veces seguidas. Sí, puede que eso fuera lo que hiciera. O gritar, la cosa era... desahogarme. Había puesto la mayor parte de mis esperanzas en aquella pista, esperando encontrar el portal que me llevase de vuelta a mi mundo y lo único que había conseguido había sido llegar hasta una nueva piesta más compleja que la otra.

Johanna me tocó el hombro y la miré. Parecía bastante tranquila, no sabía posque. Intenté sonreír, no ocultando mucho mi enfado, pero sacó su libreta y comenzó a escribir algo. La miré, con espectación y esperé a leer lo que había escrito. Abrí un poco los ojos y la volví a mirar.

Sonreí. Aquello era bueno, ella sabía dónde estaba la pista y lo mejor era que no había tenido que extorsionarla ni asesinarla para descubrirla. Era solo una suposición,. pero al menos, algo era algo. Los dos habíamos confiado el uno en el otro, aquello era bueno. Le acaricié el plo con calidez y mi sonrisa se hizo mucho más ancha.

-Muchas gracias. Eso es genial, sí, iremos a ver. Peor pareces cansada, ¿quieres dormir un rato?

Observé las reacciones de Kay. Sí, definitivamente no haber encontrado directamente la pista lo había dejado hecho puré. Pero en cualquier caso yo podía ayudarle, y no había nada que me alegrara más que poder sentirme útil.

Cuando le toqué el hombro para tratar de calmarlo, se giró hacia mí tratando de ocultar su enfado, pero no lo consiguió. Al verlo así me puse nerviosa y di un paso involuntariamente hacia atrás, cogiendo aire. Después de convencerme de que no pasaba nada, volví a dar otro paso adelante, intentando que no se notara demasiado mi reacción. Aunque mi corazón ya se había empezado a dejar notar, latiendo con fuerza. Pero total, parecía que ese era mi pan de cada día desde que había llegado a éste mundo semi desierto, por lo que la exagerada reacción de mi cuerpo no me pilló tan de sorpresa.

Después me acarició el cabello y respondí a su sonrisa con otra de igual forma cálida. Entonces, ¿nos íbamos ya en marcha al teatro? Porque, bueno, yo suponía que se trataba del teatro el lugar al que hacía referencia aquél escrito, pero quién sabía. Y sobre eso de la familia de la rosa no tenía ni idea de a qué se refería. Ya lo iríamos descubriendo de camino.

Me agaché y empecé a guardar la libreta y el bolígrafo dentro de mi mochila, para después cargármela al hombro de una sola asa y quedarme mirando a Kay. Me encogí de hombros ante su pregunta. La verdad es que sí que estaba cansada, a fin de cuentas no había dormido nada aquella noche vigilando el lugar. Y las intensas experiencias que había vivido aquél día entre el cadáver en la torre aquella y el esqueleto del ataúd, me habían dejado algo exhausta. Quizás el chico tenía razón y debiera descansar, tampoco le sería de mucha ayuda si me iba durmiendo por las esquinas. Sin hablar que entonces sería pasto de los fherals.

Al final, sonreí con timidez y asentí a la pregunta que había hecho Kay. Sí, necesitaba dormir, intentaría no dormir demasiado, lo justo para tener fuerzas e ir al teatro en busca de la siguiente pista.