Buscando y buscando (Cristhel + libre)

Ella tiraba de mí y yo, poco a poco, fui saliendo del agujero, hasta tirarme en el suelo, desplomado. me iba a dar un infarto. No me lo podía creer, es que no podía. Solté una risita nerviosa y me levanté, medio temblando, mirando a aquella chica. Tenía un gesto de dolor en la cara. Suspiré y me levanté.

-¿Estás herida? -el Fheral que había al otro lado empezó a chillar e intentaba saltar hacia nosotros, pero no podía hacerlo. Sonreí-. Tenemos que salir de aquí.

Al empezar a correr, me di cuenta de que la chica no me seguía. Me volví y vi como cojeaba. Mierda, y encima estaba coja. Me aseguré la katana en el cinto y me acerqué a ella, con una sonrisa. Estaba nervioso, quería salir de allí. Nunca había visto la muerte desde tan cerca. Me dolía todo el cuerpo, pero podría con ella.

-Bueno, creo que me toca cargar contigo un rato.

Pasé un brazo suyo por mi cuello y después la cogí en volandas, asegurándola con fuerza contra mi cuerpo. Esperaba que no nos cayéramos por las escaleras. Caminé a paso rápido por el pasillo y me paré frente a las escaleras. Por allí no se escuchaba nada y la puerta de salida se podía ver desde donde yo estaba. Empecé a bajar las escaleras a toda prisa y, cuando ya estuve abajo, pude observar como dos de aquellas bestias venían por los pasillos. Me cagué en Dios y en todo lo cagable un par de veces y corrí hasta la puerta, empujándola y saliendo. Nos estaban pisando los talones.

Dejé a la chica en el suelo y después miré a mi alrededor. Tenía que taponar la salida con algo. Había un hierro que parecía bastante fuerte cerca mía. Cerré las puertas y lo metí entre los dos tiradores, haciendo que los Fherals se estamparan contra ellas. Di un paso atrás y volví a coger a la chica, para salir corriendo de allí a unos 20 metros y caer rendidos tras unos arbustos.

La dejé en el suelo y después caí yo, boca arriba, con la respiración entrecortada. Dios, que carrera que me había dado. Cerré los ojos y sonreí. Los gritos de los Fherals dejaron de escucharse poco a poco.

No me podía mover. La adrenalina me había ayudado a hacer todo aquel recorrido corriendo y sin pararme a descansar ni una sola vez. Pero una vez que aquello desapareció de mi sangre, sentí como me pesaba el cuerpo de una manera descomunal. No podía hacer nada. Tan solo relajar mi pulso y mi respiración. Sonreí a escuchar sus palabras.

-No te iba a dejar allí tirada. Soy capaz de cargarme a las personas si es estrictamente necesario, pero si está en mi mano ayudar a alguien, lo haré -empecé a respirar con más normalidad-. Me debes unas cuántas... esto... ¿Cómo te llamabas?

Abrí los ojos un momento, notando la luz del cielo encapotado. Genial, aquello era lo peor para mis ojos claros. Tuve que entrecerrarlos para que no me hiciera daño la luz que se reflejaba en las nubes, era demasiado doloroso y me hacía llorar los ojos. Me dolía un poco la cabeza del esfuerzo y de respirar tan rápido. Esa noche dormiría genial.

Me tiró una barrita de esas energéticas. La comida escaseaba en aquellos lugares y algo gratis era bienvenido. Me levanté con un poco de esfuerzo y la cogí. Le quité el envoltorio y le di un mordisco, masticando con bastante lentitud. Tragué y la miré, con la ceja alzada.

-Era guitarrista y cantante en un grupo de metal -suspiré-. De vez en cuando me dedicaba a escribir.

Me volví de nuevo al frente y le di un nuevo bocado a la barrita que, minutos después, desapareció de mis manos y acabó en mi estómago. Sonreí y la miré de nuevo.

-Bueno, parte de tu deuda queda saldada, Cristhel -dije su nombre con una sonrisa y me recosté en un tronco que había detrás de mi, apoyando la cabeza en la madera. Teníamos que salir de allí, no podía pasar la noche en un lugar como aquel. Los Fherals podían salir por cualquier lugar y cogernos.

-¿Qué tal la rodilla? -murmuré.

Me giré a hacia ella, sentado con las piernas cruzadas. Apoyé mi cabeza en la mano, cuyo brazo estaba apoyado en una de mis cansadas piernas. Podía quedarme dormido allí mismo. Pero no podía hacerlo, era demasiado arriesgado. Le brillaron un poco los ojos cuando le dije que yo escribía. Sonreí y me encogí de hombros.

-Bueno, sí, pero no he publicado nada, todavía. Antes de llegar aquí estaba a punto de terminar una novela de terror -sonreí y me pasé la mano por el pelo. Suspiré-. Bueno, seguro que no había oído a nadie que se llamara Kay, ¿verdad?

Bostecé y me estiré un poco. Se tocó un poco la rodilla, parece que le dolía bastante. Y la tenía hinchada. Se me ocurrió una idea.

-Déjame ver -saqué la botella de cocacola de la mochila. Bien, estaba fresquita, es lo que tenía que hiciera aquel tiempo, que los líquidos estaban más o menos frescos. Se la puse con cuidado en la rodilla y la miré a los ojos, con una sonrisa-. Se te aliviará un poco. Siento no tener una cubitera entera.

Suspiré y sonreí, mirándola a los ojos con fijeza. le puse las manos en la botella para que la agarrara ella y me senté a su lado, con los ojos cerrados. ¿Escribir juntos? Pues mira, estaría bastante bien, al menos os haríamos ricos si contábamos algo como lo que nos estaba pasando. Y yo tenía experiencia en ese tipo de novelas, por lo que asentí con la cabeza.

-Me encantaría escribir contigo, parece que tienes mucho talento.

¿Que de dónde era? Me encogí de hombros y le enseñé la placa azul, en la que ponía mi nombre, mi grupo sanguíneo, mi teléfono y de dónde era. Sonreí y miré la placa con cierto cariño.

-Bueno, era de Nueva York, vivía por los barrios bajos -la miré y bajé de nuevo la mirada. Aquellas placas me traían bastantes recuerdos, sobretodo de mi padre. Lo echaba de menos. Sacudí la cabeza y miré al cielo. Por lo menos ya no llovería.

Me encogí de hombros y después crucé lo brazos frente al pecho, soltando la placa y dejándola chocar con la otra. Mis ojos se dirigieron al horizonte y después, a sus ojos. Sonreí.

-Para saber si una persona tiene talento o no, solo hace falta mirarla a los ojos -ladeé la cabeza como los perros y reí entre dientes-. ¿En qué trabajabas? ¿En una oficina? ¿O de periodista?

Me interesaba la vida de aquella chica. Perecía que lo había pasado bastante mal, o eso parecía. Además, parecía que ahora confiaba un poco más en mí y yo en ella, por lo que los dos nos relajamos bastante. El miedo que habíamos experimentado minutos atrás había pasado por completo.

-Yo, por suerte o por desgracia, antes de llegar aquí, no tenía vida. Solo mi música. Y ya está.

Reí entre dientes y la miré, con una sonisa. Miré al cielo y me encogi de homrbos, divertido por aquella pregunta. La verdad es que tenía hasta razón.

-Pues la verdad es que sí. me fijo en el talento de la gente. Puede que me aburra demasiado y necesite una vida social desesperadamente -me tapé la mano para toser y después la volví a dejar en ala tierra.

La tarde estaba cayendo con bastante rapidez. Y empezaba a hacer un poco de frío. No llovería, pero iba a ser una noche. Por lo menos tenía un abrigo para calentarme.

-Sí, la verdad es que sí. He conocido a más gente interesante de la que conocía en Nueva York. Creo que haré una fiesta con algunos Fherals, seguro que hasta saben bailar -reí a carcajadas-. No me pienso dar por vencido tan pornto. Intentaré encontrar ese supuesto portal sea como sea. Y si no, pues me quedaré aquí y moriré luchando, pero no será facil matarme -le guiñé un ojo.

Era verdad, no me iba a dejar atrapar por las buenas. Ni utilizar. Nunca hbaí matado a una persona, pero si tenía que hacerlo, era muy posible que mi katana atravesara su corazón y saliera por el otro laddo de su cuerpo. Aquello era luchar o morir. Y yo quería seguir con mi existencia, aún tenía muy pocos años para dejar que unos zombies desquiciados me comieran. Parecía que me iba acostumbrando a los movimientos con la katana y hasta se me daba bien. Tendría que practicar un poco más, si quería ser mejor y no hacer tanto esfuerzo para cargarme a una de esas cosas.

-Bueno, no sé si llegaría a punto de matar. Lo dudo mucho, no soy ese tipo de persona. Pero puede que hasta lo hiciera. Me gustaba mi vida solitaria en la ciudad de Nueva York. Era una mierda, pero era mi mierda -cuando dijo lo de la otra salida me encogí de hombros un poco-. No lo sé, pero si ya tenemos algo por dónde empezar, no debemos desaprovehcarlo buscando alternativas.

Me acomodé en el árbol y la miré. Después a su pierna. La tenía menos hinchada. ¿Podría caminar ahora? Mira que caerse en un momento como aquellos. Malditos nervios.

-¿Cómo llevas la rodilla? ¿Mejor? -me froté las manos.

-Yo tampoco me veo matando a nadie, si te digo la verdad. Pero bueno, este mundo nos está cambiando. No sabemos como vamos a ser dentro de un mes si continuamos en esta mierda -bostecé y la miré-. Bueno, yo me ofrezo a llevarte a la ciudad si quieres -reí y me metí las manos en los bolsillos.

Lo que desearía tener allí mi guitarra, madre mía. Y poder tocarla, sentir la vibración bajo las cuerdas, sentir su música. Sentir como caldeaba el ambiente con mi voz y como la gente aplaudía mi actuación.

-And no, I dont want to be like you... -empecé a canturrear.

Me levanté, al igual que ella y me acerqué un poco. Parecía que le seguía doliendo. Vaya, que mala pata. Guardé la botella en la mochila y me la colgué. Después, aseguré la katana en el cinto. La miré e hice que pasara un brazo mío por sus hombros y yo pasé uno por su cintura.

-Anda, deja que te ayude, así no llegaremos a ningún sitio -reí entre dientes y comenzamos a caminar con bastante lentitud-. Si te duele mucho dímelo, no me importa cargar contigo un hora. Eso sí, tendremos que hacer descansos, no soy de acero.

Un paso más hacia delante. Le miré la rodilla, por lo menos ya la tenía mejor.

Reí entre dientes y la miré. Lo decía enserio, aquella chica me había caído bien y si necesitaba que la llevara, pues la llevaría. En el mundo de verdad habían hecho cosas por mí mucho peores que eso y sin conocerme siquiera.

-Lo digo en serio, si lo necesitas, me lo dices -tosí un par de veces, había tragado mucho polvo dentro de la facultad y se me había quedado pegado a la garganta, esperaba que se pasara pronto.

Empezamos a caminar fuera del recinto de la facultad, muy poco a poco, hablando de vez en cuándo. Salimos por dónde los dos habíamos venido. La próxima vez, nos lo pensaríamos mejor antes de volver allí.