Una memoria y el baile de las luces. [Libre]

Era una noche oscura, tanto como lo había sido el corazón de Christian antes de llegar a aquel lugar. El chico había matado a cientos de personas nada más que para poder vivir. Nunca se había parado a pensar en los diferentes y diversos tipos de sangre que habían manchado y dado un toque de color a sus manos en muchas ocasiones. Era una causa justa, al menos para él.
La verdad, Christian era un tipo odioso, siempre de mal humor. Muy egoísta y celoso.

Había comenzado a caminar hacía un rato. El sonido que hacían sus botas al chocar contra el suelo mientras él andaba le provocaba cierta gracia. No sabía porque.
Seguía caminando por las oscuras y lúgubres calles de la ciudad, recordando lo que antes había sido su vida. Una vida que se basaba en coger el teléfono, quedar con algún cliente interesado que te mandaba matar a alguien y cobrar dinero por hacerlo. Christian se había empezado a aburrir de tanto matar y tanto matar, pero tenía algo divertido, nunca le habían pillado.

Seguía sumido en sus pensamientos y recuerdos cuando unas luces de color amarillento e intermitentes le hicieron sorprenderse.
Caminó un poco más y llegó a una especie de plaza redonda, con diversos edificios derruidos a su alrededor y cientos de farolas de las que emanaban luces de tonos amarillos y blancos e intermitentes que hacían que Christian se sorprendiera un poco. Ni se imaginaba como podía haber allí electricidad. Era algo maravilloso.
Christian miró a la luna. Era una luna cubierta por una fina capa de nubes, al menos lo habían sido durante el día. Aunque no se distinguía muy bien el día y la noche. Siempre había la misma luz y el cielo no cambiaba de color.
El tono grisáceo del cielo y la poca luz que provenía de el hacían que por lo menos en la ciudad vieras por donde andabas.

Caminó por la plaza, admirando cada farola, farolas que le recordaban a las de una plaza de su ciudad. Una plaza a la que habitualmente iba a jugar con sus amigos.
Hoy Christian estaba recordando muchas cosas de su antigua vida, una vida que intuía que se había quedado perdida durante un tiempo en lo más profundo de su corazón. Y que se quedaría allí hasta que a algún cerebrito se le ocurriera una forma de resolver el acertijo.

“Bajo la torre de los tres ventanales, descansaba la cautiva convertida a la fe de verdad...”

Un acertijo que le había provocado dolor de cabeza a más de uno sin duda.
Todos querían volver a casa, o por lo menos a su mundo, aunque la idea de quedarse allí por un tiempo no estaba mal, además se divertiría matando Fherals.
Christian se apoyó en una farola de color negro carbón. Al entrar en contacto con la farola, a Christian se le pasaron unos pensamientos por la cabeza un tanto extraños.





17 de agosto de 1910.

Estaba en mi habitación durmiendo, cuando unos rayos de luz penetraron en mis ojos y provocaron que se abrieran lentamente. Mi madre estaba a mi lado llamándome para que me despertara, tenía que hacer muchas cosas antes de “El baile de las luces”
Me había quedado durmiendo la siesta, pero menos mal que mi madre me había despertado. Si no lo hubiera hecho, estoy seguro de que no habría podido hacer todas las cosas que tenía que hacer.

Salí de mi casa arreglado y con ganas de que llegara la noche para que comenzara “El baile de las luces” un baile que solo se celebraba una vez al año.
Llegué a la plaza de las luces con una sonrisa en la cara, todos los ancianos y amigos míos estaban preparando todo para celebrar el baile como era debido.
Ayudé a mis amigos a colgar de las farolas, recién colocadas en la plaza del pueblo, unas guirnaldas y diversos adornos que decorarían y alegrarían el baile.

Cuando llegó la noche, todo estaba listo.
En la plaza de las luces había un ambiente muy bueno. Las guirnaldas adornaban las farolas, las cuales estaban encendidas emanando de ellas unas luces de tonos amarillos y blancos que hacían que la gente estuviera más ansiosa por que comenzara el baile de las luces.
Llegó la hora, y todos los presentes que allí se encontraban, callaron de sopetón haciendo que hubiera un ambiente muy tenso y un silencio horrible. Un silencio que se perturbó cuando una suave música empezó a escucharse a lo lejos.
Por la calle principal que llevaba a la plaza de las luces, empezaron a aparecer chicas vestidas de forma tradicional y a bailar mientras cada una se colocaba en su posición dentro de la plaza.
Cuando todo estaba listo, la música empezó a sonar más alegremente, algo que provocó que las bailarinas empezaran a bailar alegremente.
Pocos segundos después había comenzado “El baile de las luces”
La hermosa luna, los adornos de la plaza y las luces de las farolas, hacían que el espectáculo fuera más impresionante y bello que nunca había sido.
Todos seguían admirando el baile, entre ellos yo, un simple chico que había dado todo lo que podía por hacer que el baile salieran bien.


Christian estaba muy mareado y absorto. Las intermitentes luces de la plaza le hicieron espabilarse.
Se había enterado de todo, de despertarse con los gritos de su madre, de preparar la plaza de las luces para un baile, el cual después había disfrutado...
No había sido un sueño, ni algo que le hubiera pasado realmente a Christian...
O a lo mejor, Si.