¿Sirve de algo rezar?, LIBRE

Nunca me había considerado creyente. Dios y las historias de la biblia habían estado presentes en mi vida: el internado era católico y todos los domingos había misa. Con mis padres, solíamos ir a misa los domingos durante las vacaciones y mi abuela era creyente. Tenía la típica plaquita con la virgen en medio y una inscripción. Con el tiempo, había aprendido que los milagros no servían. Rezar no había servido para quitarme a mi abuela; y tampoco había hecho que Bianca sobreviviera en los cuidados intensivos.

Sola y en silencio, entré en la gran catedral; quedando asombrada por las grandes vidieras. Antes de llegar, había recorrido en silencio y por las sombras la gran ciudad fantasma. La había bautizado así al ver que no había nadie. Me había sabido mal dejar a los chicos, y personalmente, que me dejaran a mi; pero debía llegar a la torre con los tres ventanales. La catedral no había cumplido aquella función, tenía muchísimos ventanales. Y tenía dos torres. Mi única idea de salir de allí, había sido rechazada. Perfecto.

Entré por la puerta, que estaba abierta. Las iglesias nunca me habían dado miedo, pero aquella imponía respeto. Los bancos de madera oscura, estaban situados en fila. Caminé en silencio, oyendo el repiqueteo de mis propios pasos. Intenté silenciarlos haciendo aquellos pasos especiales de ballet, que funcionaron. No me gustaba caminar de aquella manera, pero si apaciguaba el ruido, haría lo que fuera.

Llegué al altar principal y me quedé estupefacta. Era precioso. Con el diario en las manos, me arrodillé y automáticamente me quité la pulsera, con la virgen en ella. Junto con ella, tenía dos pulseras más: las típicas de la amistad. Con la virgen entre mis manos, comencé a hablarme mentalmente. Si hubiera seguido en Londres, no hubiera vuelto a misa hasta la boda de mi hermana; pero en aquel lugar, pedir ayuda a alguien, no iba a ir mal. Nunca se sabía.

-No creo que esto sea un sueño, comienza a ser real. Si no hubiera venido, nunca hubiera entrado a esta iglesia... Parezco tonta hablando sola, pero yo solía pedirte cosas y, aunque no se cumplían, seguía rezándote todos los domingos. Mi abuela murió porqué era su hora, pero a lo mejor puedes ayudarme -cogí aire y abrí los ojos, mirando a las vidrieras y a la imagen de Jesús y la Virgen-Sólo te pido un poco de ayuda. Ayúdame a encontrar el portal o otra manera de salir de aquí. Sólo quiero salir de esta ciudad, no quiero saber si los fherals existen, no quiero ser famosa, renunciaré a lo que quieras; pero por favor, dime algo, mándame una señal de cómo salir de aquí.

Nota: Es el primer post de Cassie, no conoce a nadie. Sólo a Liosh y a Johanna; y ahora mismo está sola.

Había sobrevivido al ataque de unos horribles lo que sean y me había costado un montón salir de ese tenebroso edificio rodeado de Fherals. Y por mi suerte me había encontrado una gran y tétrica iglesia antigua pero lejos en mejor estado que en toda la cuidad, pero seguía pensando que en cuanto durmiese algo vendría y me comería; lo cual reducía mis horas de sueño a practicamente ninguna.

Apestaba como si hubiera estado metida en mierda y solo tenía una pequeña mochila, maldiciéndome por no haber tirado algo más útil que la basura que traía en estos momentos y ya había pensado en dos opciones: con la tonta cuchara comenzar a hacer un agujero para que en algunos cuantos millones de años llegar a una base estilo "Lost" o casarme con algun bicho feo y formar una familia, porque no.

Solté un grito de frustración maldiciendo por lo bajo y ajustándome la mochila bien a la espalda. Abrí los grandes portones con un poco de fuerza y entré a ese tenebroso lugar dígno de un maníatico religioso con esos vidrios pintados de figuras religiosas y bancos.

Otra figura, pero no se parecía a esas cosas que me habían perseguido... y parecía estar hablando sola. Tuve la impaciencia de preguntarle algo pero ¿y si tenía un arma? era probable que me disparase. Había murmurado algo de ser famosa y caí en la cuenta de que rezaba, era irrespetuoso interrumpirla pero...

-Dudo que alguien te escuche.- Carraspié mientras me acercaba con paso confiado ante la juvenil figura.
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