Noche al descubierto [Alexander S]

Hacía más de una hora que el sol se había escondido, y todo habría quedado sumido en la más espesa de las oscuridades si no fuera por la hoguera que Scar había encendido a las orillas del lago. ¿Un lago? se encontraban a las afueras de la ciudad, en un lago que hacía frontera con los territorios de Caza, al que casi nunca iba nadie. O nadie que no estuviera cualificado para ello. Pero últimamente los Otros, como ella los llamaba, habían aparecido en masa y se paseaban como quien se pasea por su casa. La mujer suspiró. Que esperaran a que un fheral les arrancase el brazo de cuajo, a ver si así tenían más cuidado.
Scarlet se arrodilló frente a la fría piedra que había delante de la hoguera, y puso el conejo muerto encima. Sacó su navaja y comenzó a despellejarlo, para luego hacerle un corte en el estómago y limpiarlo por dentro. Clavó el conejo en el palo de madera que había encima de la hoguera a una altura considerable, para que se fuera hiciendo poco a poco.

Se puso en pie y se estiró. Tardaría un buen rato en hacerse, por lo que se dirigió al lago y se adentró en este hasta que el agua le llegó a los muslos. Esbozó una media sonrisa y suspiró de placer al hecharse el agua fresca por el cuello, haciendo que resvalara por sus hombros, bajo la raída y desgastada camisa que llevaba. La cual, por cierto se quitó, quedándose solamente con el top negro debajo y tras quitarse los pantalones, con la parte baja del mismo. Se tiró al agua, para luego emerger segundos después. Se frotó las manos, los brazos, la cara... para luego quedarse unos minutos flotando sobre el agua, sintiendo el aire fresco de la noche, mirando las pocas estrellas que se veían debido a las nubes que cubrían parcialmente el cielo.

Finalmente, salió del agua, y tras aclarar bien la ensangrentada navaja impregnada por la sangre del conejo, se recogió el pelo en un moño alto -y mal hecho- con una cinta que llevaba en la muñeca, haciendo que algunos mechones cayesen a ambos lados de su rostro, enmarcándolo. Se estiró, y cogió el resto de su ropa, dirección la hogera de nuevo.

Mientras se dirigía a la hoguera de nuevo, se enfundó los pantalones mientras pensaba en lo sucedido por la mañana en el Teatro Negro. Las dos chicas que habían irrumpido en la gran -y derruida- sala derribando la puerta como si se encontraran en su propia casa, y para más inri, eso había provocado las rabietas de la inestable Amanda. Si es que todo eran problemas. ¿Qué diablos les habría traído allí? aquella mañana era la primera vez que intercambiaba palabras directas con los Otros, y su arrogancia era algo que sin duda, le irritaba. Sabía que buscaban algún modo de salir de allí, para volver a lo que ellos llamaban Mundo Real. ¿Qué mundo real ni qué leches? aquello era el Mundo Real. Si no, ¿dónde coño estaban? fuera lo que fuere, esperaba que encontrasen de nuevo el camino de regreso a su casa, y les dejasen a ellos en paz. Los fherals y todo lo que había en la ciudad eran cosa de ellos. Punto.
Aunque, para ser sinceros, no podía negar que sentía algo de compasión, aunque no entendiese su forma de ver las cosas. Había escuchado historias del Otro Sitio, y al parecer, era un lugar mucho más apacible que aquel, sin fherals ni mostruos -que para Scar, era lo más normal del mundo-y suponía que la supervivencia para ellos debía de ser una aventura cada día. Una peligrosa aventura. La imagen de la chica de esta mañana, Emie, le inundó la mente. ¡Ah! pero si era una cría, no debía de llegar ni siquiera a la mayoría de edad. Tan poco curtida y delicada... lo único que le había llamado la atención a Scar era la pistola que indecisamente portaba. Suspiró.

Se disponía a ponerse la camisa de nuevo, pero entonces escuchó algo en dirección a la hoguera. Entrecerró los ojos y dejó la chaqueta sobre su hombro al tiempo que se agachaba y se acercaba sigilosamente por los arbustos, esperando encontrarse con un fheral, u otra cosa.
Sin embargo, lo que vio, hizo que soltase un gurñido y que se pusiera en pie de golpe, sin importale que el hombre pudiera asustarse. Con un poco de suerte, tal vez el hacha se le caía y se le clavaba en el pie.

-Sois como las cucarachas, estais por todas partes. -masculló. Salió de entre los arbustos aún con la chaqueta sobre el hombro y los brazos en jarras -Yo que tu soltaba ese hacha, no se te vaya a resbalar y te hagas daño, cariño -dijo con sorna. El susto de haber pensado que ella podía haber sido un fheral hacía que no pareciese demasiado amenazador, aún arma en mano. Se acercó a la hoguera y le dió la vuelta al palo que sostenía al conejo, dándole la vuelta para que se tostase por el otro lado, mientras le decía -Qué quieres, ¿comida? aquí tienes el bosque -lo abarcó con la mirada -Un lugar rico en alimentos. Te deseo suerte -se incorporó y se le quedó mirando a los ojos, sin amedrentarse por el hecho de que tuviese un hacha en su poder.

Scar enarcó una ceja al ver como apoyaba la cabeza del hacha en el suelo, y hacía apoyo para el suyo propio. Estaba bueno, y él lo sabía. Joder, claro que lo sabía. Sus ojos rebosaban la más pura de las arrogancias. Si se hubiera topado con cualquier otro nativo habría salido con el rabo entre las patas, y seguramente con un ojo menos. Gracias a Dios, Scar no era particularmente violenta. Al menos no demasiado. Examinando al hombre que tenía delante comprobó que tendría más o menos su edad físicamente. ¿Fisicamente? sí. Porque en realidad, Scarlet tenía más de setenta años. Aún mirándole a los ojos, enarcó una ceja y esbozó una sonrisa torcida. ¿Buscaba la ciudad en esta dirección? bufff...

-Para empezar, eres un poco zoquete. La ciudad está a cinco horas más o menos de camino. Segundo, está en la dirección contraria. -señaló la dirección por la cual, obviamente, no había ido caminando -Y para terminar... -hizo una pausa -¿Cómo puedes tener tan mal sentido de la orientación? tanta máquina, tanta máquina de allí donde venís, y luego no sabeis siquiera orientaros. Inútiles... -negó con la cabeza, alzándola un poco para mirarle, ya que él era más alto que ella -Y creo que no hablamos el mismo idioma. Esto -señaló el conejo en la hoguera -Es mí cena. Mira, chico. Esto funciona así. ¿Quieres comer? cazas. ¿Qué no sabes? aprendes. ¿Qué no aprendes? te mueres del asco. ¿Lo ves? es muy sencillo.

Vio como se alejaba un poco y se apoyaba en un árbol ahí al lado. Scar enarcó una ceja. ¿Sería so chulo el muy cabrón? pero a pesar de todo, no pudo evitar esbozar una media sonrisa y agacharse de nuevo para vigilar la hoguera. Por mucho que estuvieran "discutiendo", al fin y al cabo, lo que ambos querían era un poco de compañía. Si no, él podría haberla dejado inconsciente de un solo golpe, haberse cogido el conejo y haber dado media vueta, dado a que era más grande que Scar-y eso que ella no era poca cosa. Media algo más del metro setenta, y no era precisamente delicada- o eso era lo que él pensaba, ya que ella también tenía sus trucos -que son muchos- a pesar de no tener ningún hacha.
Puede que el necesitase compañía, dado que siempre era más agradable enfrentarse a un fheral en pareja, y no tú solo. Y también podría ser que tanto tiempo sin mantener expreso contacto con la gente le hiciese anhelar mantener una conversación con alguien. Claro que ella lo negaría, como es obvio. Porque, ¿cómo iba ella a necesitar hablar con alguien? absurdo.

-Es que me metamorfoseo -respondió con sorna ante su comentario. Puso algo más de leña que había traído antes de darse el chapuchón en el lago. Que por cierto, el pelo aún no se había secado y chorreaba notoriamente. Bajó el nivel de la altura del conejo, para que se tostase con más rapidez. -Me refiero a los que habeis aparecido últimamente. Tú entre ellos. ¿Cómo narices habeis llegado hasta aquí?

Enarcó una ceja al ver como la examinaba de arriba abajo. Seguramente preguntándose por su aspecto desaliñado y diferente al que tenían los Otros. O mejor dicho, la gente civilizada como él. Así se consideraban muchos recién llegados, tachando de incivilizados a aquellos que habían nacido en aquel lugar. Entonces ella sonreía en sus adentros, pensando en cómo reaccionarían si se comportase de una manera realmente... incivilizada. Recordó aquella vez hace unos días que se topó con un par de chicas realmente pijas. "Voy a clavar vuestras cabezas en una pica y a plantarla delante de mi casa a modo de bienvenida como no saqueis vuestro apestoso culo de mi territorio" salieron corriendo. Y es que Scarlet podía llegar a ser realmente convincente si se lo proponía. Muyconvincente.

Admitió en su fuero interno que este tío si que sabía defenderse. Verbalmente, al menos. Y eso era divertido -En cuanto a como llegaste a mí... el poder de las feromonas es increíble, aunque creo que últimamente fallan un poco. Debe haber algo en el aire, no sé... pedí un hombre de verdad -se burló - pero en su lugar me han traído una cucaracha orgullosa y hambrienta -dijo encogiéndose de hombros, fingiendo obviamente una tremenda pena -En fin, tendré que esforzarme más la proxima vez. -sonrió con una falsa amabilidad, aunque totalmente desprovista de hostilidad. El caso era que tampoco parecía molestarle o preocuparle mucho la situación.

Movió de nuevo los palos, observando el progreso del conejo. El olorcillo a tostado y a carne asada comenzaba a inundar el ambiente. Y ella notó como el hombre lo sentía, y esbozó una media sonrisa mientras que al girar el palo con medida lentitud, dijo.
-¿Enseñarte a cazar? ¿quieres también que te enseñe a lavarte la ropa? tu formación aquí no es cosa mía. A no ser, claro, que tengas algo que pueda interesarme a cambio. -contestó con el razonamiento nativo. Las cosas iban así. -Y si quieres lavarte, hay un lago tras los arbustos. Apestas a sudor, Robinson. - Jé. Robinson Crusoe. Puede que fuera una idiotez, pero se sintió orgullosa de acordarse de algo que fuera del Otro Lado.

El conejo estaba ya casi hecho, y a ella poco le faltaba para que le rugiera el estómago, pues también estaba hambrienta. Y lo hambriento que debía de estar el hombre. Si de verdad no sabía como cazar algo, ¿De qué se había alimentado hasta el momento? ¿lamiendo moho de las rocas? ¿o quitándosela a los demás? en fin, tampoco era cosa suya. Aunque le daba pena... bah, ¿qué pena? si él estuviera en su lugar, tampoco le habría dado a ella, ¿no?

-Pues preparate para una larga estancia aquí. Yo nunca he tratado de salir, ni yo, ni mis padres ni mis abuelos. Pero si mi tatarabuela. Se pasó los ciento cincuenta y tres años de su vida tratando de encontrar aquello a lo que vosotros pareceis llamar... el Portal. Nadie nunca lo ha conseguido-mencionó el detalle de la edad de su tatarabuela de golpe, sin caer en que en el Otro Lado ya era dificil de por sí llegar a los noventa. Y ni que decir tiene que tampoco sabía que iba a quedarse con esa edad para siempre.

Off: siento la brevedad, pero estoy que me caigo =___=

-Sí, y también las más repugnantes.

Ea. Por so chulo. ¿Que quería hecharse rositas? pues ella no le iba a dejar. ¿Por qué no? porque nadie competía con ella y salía ganando, así de simple. Y a quien se le pasase esa idea por la cabeza, ella se encargaría de que se fuera al garete. Aunque hasta el momento no se había encontrado nunca con nadie dispuesto a devolverle sus pullas y "juegos", si es que podían llamarse así. Eso le convertía en un sujeto interesante. Y una novedad, ciertamente. Pero cuando mencionó lo de los hijos, pasó por su rostro una sombra de lo que parecía tristeza y culpabilidad, pero solo fueron unos segundos. Inconscientemente, se llevó la mano a la muñeca derecha, donde tenía la pulsera de la amistad que le había hecho su hija, Lisandra, antes de morir, y se la frotó suavemente.

-Lo que me seduce ahora mismo es la idea de clavarte en el palo cual conejo, así que yo de tú tendría cuidado -Enarcó una ceja cuando abrió los brazos, como si estuviera enseñando la mercancía que portaba-Anda, cierra los brazos, que se te cae la baba y pareces de todo menos un hombre -se mofó divertida ante la situación. Era un verdadero payaso. Vale, sí. Un payaso macizorro. Y hasta a su manera, podía resultar incluso encantador, aunque claro, eso no iba a decirselo. Naturalmente.

-No se si te has enterado de que las cucarachas son fáciles de aplastar -esbozó una media sonrisa. Y se fue, así, a darse un baño. Increíble. Andaba como perico por su casa, y encima meneaba el culo. Entonces se fijó en una cosa; se había dejado el hacha. Se acercó y lo cogió junto con el conejo ya cocinado y clavado en el palo. Sonrió. Iba a darle una lección a la cucaracha gorda. Se subió al árbol, asegurándose de estar a una altura cubierta por las ramas y las hojas de un modo en que él no pudiese verla.

Y así, con el hacha del hombre y subida al árbol, le dio un mordisco al conejo, más chula que un ocho. Porque para chula, ella.

Mmm... el sabor del conejo tostado y crujiente por la parte de arriba era un verdadero manjar. Pensó en comérselo todo y dejarle sin nada, pero hasta cierto punto, se había ganado la simpatía de Scarlet. Así que... venga, le dejaría un poco. Más que nada porque un cuerpo desnutrido que enterrar no era lo que más ilusión le hacía hacer. Desde el árbol, podía ver como se quitaba la ropa. Sonrió y, no creas que se escandalizó o que se sonrojó al ver como se quitaba los pantalones y la camiseta. Joder, estaba bueno el tío. Pero bueno de verdad. Dándole otro mordisco al conejo, miró con descaro como se tiraba al agua y hacía todo lo que tenía que hacer.

Finalmente, Robinson salió del agua y se vistió. Quedaba casi la mitad del conejo, y decidió que si se comportaba como un caballero, tal vez, le dejase hincarle el diente. Al conejo, claro. Escuchó a los arbustos moverse, y se preparó, divertida, para ver su reacción al ver que se había marchado... con su hacha. Y con la comida. Sonrió al ver su expresión desconcertada, y casi soltó una carcajada cuando escuchó su comentario de los 153 años. Pobre. Casi hasta le daba pena. Casi.
Se sentó justo debajo del árbol. Joder, si es que se lo ponía a huevo. Cogió el hacha y apuntando, lo lanzó con fuerza hacia abajo, haciendo que aterrizase justo en el hueco que había entre sus piernas, a pocos centímetros de la entrepierna. Simplemente, una exibición de su puntería. El susto que se metió, obviamente no fue poco, y seguidamente Scar se dejó caer justo a su lado, conejo en una mano, navaja en otra. Rozándole el cuello.

-Lección número uno - le susurró al oído -Nunca te separes de tu arma. Lección número dos -hizo una pausa -Nunca bajes la guardia. -retiró la navaja y se incorporó de nuevo, a tiempo que le lanzaba la mitad conejo pinchado en el palo al pecho, esperando que lo cogiese con las manos antes de que cayese al suelo. Ciertamente, estaba muerto. Negó con la cabeza y en lugar de sentarse bajo el árbol, se sentó al lado de la hoguera, teniendo una visión de frente hacia Robinson. -Cómete el conejo y deja el queso -arrugó la nariz -A este paso, comiendo queso podrido te matará una indigestión antes que un fheral. Eso si que es penoso, cariño.

Le costó lo suyo volver a adquirir su color habitual, pues este había pasado a ser considerablemente pálido. Y tampoco fue sencillo hablar a la primera. Scarlet tampoco le metió prisa, pero estaba segura de que no volvería a separarse de su arma ni a bajar la guardia en ningún momento. Te preguntarás, ¿y por qué no se fue y se llevó consigo el hacha? para empezar, un hacha no es lo más idóneo para ir de expedición por el bosque, empezando desde su considerable tamaño y su peso -algo no precisamente adecuado para huir en un ATF -Atentado Terrorista Fheral-, y porque Scar era perfectamente capaz de sobrevivir sin ella. Ella sabía subsistir. Él, no. Al menos, no aquí. Por mucho que dijera de los Otros, no le hacía gracia que gente que había llegado aquí no por su propia voluntad, muriesen por falta de experiencia.
Eso era cruel.
E injusto.

¡Oh! por fin encontró las fuerzas necesarias para hablar de nuevo. Scarlet sonrió ante sus palabras, y negó con la cabeza.

-Aquí nada es color rosa. Te lo habría dicho y probablemente hubieras pasado. -se encogió de hombros -Aquí subsiste el más fuerte, raras veces se dan segundas oportunidades. Y tú, ya estarías muerto -no se lo hechaba en cara, tampoco su tono era hostil, simplemente constataba un hecho. De hecho, su voz era totalmente calmada, incluso amable -Aquí se aprende a base de golpes. Créeme, no fuiste el único. Este no será el susto más grande que te lleves, ni tampoco el último. -azizó el fuego de la hoguera, haciendo que este chispease con más fuerza. La mujer apoyó los brazos detrás en el suelo, apoyándose y así mirando al asustado hombre que tenía en frente.

-Y dime, Robinson. ¿Tienes alguna idea de como piensas encontrar el Portal? ¿alguna pista? ¿o piensas que se te va a aparecer mientras caminas? ¿Sabes como es, que aspecto tiene? -preguntó distraídamente -¿Sabrás reconocerlo cuando lo veas? -ciertamente era un poco ingenuos estos recién llegados. Pensando que realmente hay alguna forma de escapar... pero en fin, ella no era quién para matar sus ilusiones. Quién sabe. Tal vez, la había, pero a ella no le interesaba.

Scar meditó su situación. Hasta cierto punto les daba algo de pena, pero nunca antes se había parado a pensar en como se sentirían en un lugar que no era el suyo, completamente diferente, primitivo -según le habían comentado- y en el cual, efectivamente, no tenían nada por lo que luchar. Exceptuando sus vidas, claro está. Entonces se paró a pensar en cómo se había sentido ella al tener que acabar con la vida de su marido, la desaparición y luego pérdida de su hija... puede que las historias estuvieran en contextos diferentes, pero la sensación que había tenido, el sentir por una vez que no tenías nada por lo que luchar, que estás solo, sintiéndote perdido... eso era algo que, ciertamente, no era agradable vivir en tus pieles. Y se dio cuenta de que sí, que comprendía su afán por encontrar el Portal, y que ella, haría exactamente lo mismo. Pero, ¿de verdad existiría? tras unos minutos de silencio, habló de nuevo.

-Removería Viena con Santiago* -utilizó la jerga del Otro Mundo, orgullosa de, según ella, haberlo dicho correctamente. -De todas maneras, tómatelo con calma. De nada sirve perder la vida en el intento. -ella había conocido gente, mucha gente a lo largo de su vida. Muchos de ellos eran del Otro Mundo, aunque no había nunca llegado a trabar una verdadera amistad con alguno de ellos. Perdían la vida. Se creían héroes, perdían la cabeza, y acababan degollados por algún fheral por lanzarse a la búsqueda del Portal -o de alguna otra solución- por ir sin ninguna preparación base previa. ¿Cuántos cuerpos había enterrado en los últimos años, aunque no los conociera, por respeto? gente joven. La mayoría no superaba los venticuatro años de edad.
Era un verdadero desperdicio. El ir a lo loco.

Estuvieron unos minutos en silencio, de nuevo, hasta que Scar tomó la palabra una vez más.
-¿Te espera alguien? en el Otro lado, quiero decir. -también había conocido gente que deseaba volver por encima de todo, porque le esperaba una familia, la persona amada, hijos... y otros que no tenían nada que perder, y preferían hacer borrón y cuenta nueva. Él demostraba ser de los primeros, por su gran afán por salir de aquí. Ciertamente, ella nunca se había imaginado un mundo sin fherals y monstruos. Es decir, eran lo más normal del mundo. ¿Un mundo sin ellos? venga ya. También se preguntaba que tipo de oficios tenían. Le habían comentado algunos, pero...

Venga hombre. ¿Necesitaban carnicero? ¿cómo era posible que la gente no supiera cazarse un simple conejo? ¿y modista? ¿de verdad se preocupaban tanto por enguantarse un traje que les realzara los pechos y les marcase el culo? psché. De verdad, que mundo tan superficial... en fin, no era cosa suya. Ella no tenía interés alguno en ir allí. Este era su hogar, entre ciénagas malolientes, pantanos y monstruos putrefactos.

-Scarlet -contestó cuando le preguntó su nombre -¿Y el tuyo? ¿O prefieres Robinson?

*Obviamente, remover Roma con Santiago, aunque supongo que ya lo sabes xD

-¿Los Knicks?

Frunció el ceño, y asimiló todo lo que decía. Vamos, hechaba de menos su mundo. Pero no pudo evitar enarcar una ceja cuando llamó a su mundo mierda de Mundo. Al fin y al cabo, ella había nacido aquí, y llevaba aquí viviendo más de ochenta años. Era todo lo que conocía, y seguramente si la llevaran al Otro Lado, estaría más asustada y perdida que un fheral en una discoteca. Sería como un niño al que acababan de arrancarle de los brazos de sus padres, así que podía entender como se sentía él. En aquel caso... ella era Trazán, y él, Jane. Porque se llamaban así, ¿no?. Tarzán y Jane. Scar no quería desanimarle, pero la verdad, es que pensaba que lo tenía realmente crudo para salir -si es que en realidad había alguna forma- y que pasaría allí un tiempo considerablemente largo.

-Te entiendo. Yo debería estar en mi casa sacudiendo las sábanas de las arañas intrusas y descuartizando el conejo para la comida de mañana. -y era cierto. Entonces se acordó de algo. -Joder, el cocodrilo. Se me olvidó darle de comer -Beth. Se había ido por la mañana y aquella tarde se había retrasado demasiado, viendose obligada a acampar a la intemperie. Pero en fin. Lo hacía a menudo. Además, tal vez hubiera pasado algún recién llegado por allí y se lo hubiera merendado... ¡Scarlet! se reprendió a sí misma. Se olvidó del tema por el momento, ya le soltaría un buen filetón por la mañana.

Antes de recostarse en el suelo completamente, se soltó el pelo, haciendo que cayese por sus hombros. Se puso las manos en la cabeza y flexionó las rodillas mientras miraba a la tímida luna que se dejaba entre ver por las nubes. Respiró hondo y vio las nubes pasar.
Se estaba desahogando con ella, y aunque por lo general le hubiera dicho a cualquiera que sus penas no le interesaban -suficiente tenía ella con las que cargaba a su espalda-. Pero las cosas de habían desarrollado de una manera distina, y así habían acabado los dos. Ella tumbada en el suelo y él apoyado en un tronco con el hacha casi en la entrepierna. Jé. Si es que cuando apuntaba apuntaba.

-Tenía una familia -respondió amargamente -Pero sí, ahora vivo sola. -no entró en detalles, y se encogió de hombros -vivimos dispersados porque nos gusta campar a nuestras anchas. Y por que así es más dificil que nos combatan -hizo una pausa, y aclaró -El Concilio de las Máscaras. Hace unos años -comenzó a explicarle -Dos hombres y una mujer, Sebastian La Fontaine, Liju y Jomo, aparecieron aquí, al igual que has hecho tú y el resto de los Otros. Tratan de hacerse con el poder, y por supuesto, eso a nosotros no nos gusta nada. -resopló. Obviamente, no se la veía nada contenta. -Consiguieron unas cuantas armas de quién sabe donde, y se les subió el poder a la cabeza. Intentan dominar nuestra ciudad, y por ende, dominarnos a nosotros. Ahora, quién sabe por qué, llevan un tiempo sin salir del Palacio de las Máscaras. Son peligrosos, y eso no nos hace gracia a nosotros, quienes nacimos aquí y consideramos este lugar nuestra tierra y hogar -negó con la cabeza -Algún día les arrancaremos la cabeza a esos hijos de puta y las clavaremos en picas a las puertas de la ciudad.

Hablar del tema le ponía de mal humor, pero ya que pasaría aquí un tiempo considerable, era mejor que se pusiera al día.

-Tienes que esforzarte más como para llegar a eso, Alexander -sí, definitivamente, Alexander sonaba mejor que Alex.

-Si te propusieras dominar este mundo, acabarías con más de un hacha entre las piernas -sentenció como si se tratara de un hecho obvio. No le hacían gracia los temas que giraban en torno a eso. Pero sí que le gustaba dejarle las cosas claras. No, claras no. Cristalinas. -Y más importante aún, tendrías que saber intimidar. -esbozó una sonrisa brulona -Y tú intimidas tanto como un tierno conejito. -al decir esto último, su voz había menguado hasta volverse extremadamente dulce, para darle más énfasis a la frase en cuestión. Se revolvió unos segundos, hasta finalmente quedar tumbada de costado apoyándo su mejilla en la mano, para tener a Alexander dentro de su campo de visión, puesto que estaban manteniendo lo que podría llamarse una conversación. Le miró de arriba abajo. Era más grande que ella, y aunque Scar era esbelta y no precisamente una muñeca de porcelana, no era ni por asomo tan corpulenta como él. Legó a la conclusión de que él podría llegar a intimidar perfectamente. Si supiera como hacerlo, claro. Sin embargo, y aún así, con ella siempre estaría de piques, puesto que tiene la habilidad de pinchar ahí donde más jode.

Pero como ya se sabía, en el Otro Lado no estaban acostumbrados a enfrentarse a hachas voladoras todos los días. Ni a andar por terrenos pedregosos e infectados de mostruos. Pero, ¿no se aburrian? ella sería incapaz de llevar ese tipo de vida. Además, ¿trabajar para alguien? eso no iba con ella. Como no le iba acatar las normas ni agachar la cabeza y responder con un "sí, señor" a todo lo que te decía un jodido pez gordo. A los peces se les raja el estómago para la cena.

-Alexander -pronunció su nombre, lentamente, mientras enarcaba una ceja. Hasta el momento, no se había percatado de algo. Su ropa. A demás de ser jodidamente rara -allí donde estaban, como podremos combrobar, nunca nadie ha tenido la necesidad ni la oportunidad de vestir de etiqueta-, era muy poco adecuada. Pero... joder. Así como estaba ahora, desgarbado y elegante en cuanto a la vestimenta, estaba tremendamente sexy. Pero claro, eso no se lo iba a decir -¿No crees que deberías ir pensando en cambiarte de ropa? esos zapatos y demás, es muy poco apropiado para aquí donde te encuentras. Podríamos intentar buscarte un taparabos, como esos que llevan los fherals. Tal vez así intimides más. -apostilló con sorna.

Hablando y hablando, la noche había ido refrescando. Su pelo aún no se había mojado, por lo que se acercó más a la hoguera, para sentir el calor de las llamas más de cerca. No tenía sentido alguno pasar frío -por muy acostumbrada que estuviese- teniendo una hogera a un metro de distancia.

Por su parte, Alexander esbozó una irónica sonrisa, como ya era de esperar. Se acercó a la hoguera hacha en mano, y se recostó junto al fuego, frente a Scar. Mantuvieron un corto intercambio de palabras antes de quedar dormidos. Scarlet la última, y no lo hizo hasta que se cercioró de que él también estaba.

Aquella noche, soñó con su cocodrilo.