Esto no es un cuento de hadas (Scarlet + libre)

-¿Verdad que sí, Scarie? -Amanda, quién estaba sentada junto a Scar -o Scarie, como ella la llamaba-, en lo que una vez fueron los asientos de un agraciado teatro ahora derruido, se restregó contra su costado como si fuera un gatito mimoso, riendo tontamente. Locamente, porque eso era lo que estaba, ¿no? loca. Scarlet suspiró. Conocía a Amanda desde hacía ya años, y encontraba extrañamente reconfortante la compañía de esta. Tal vez por que su constante estado infantil le hacía pensar en cosas fuera de lo normal. Como imaginarse que en frente de ella había una chica llamada Sophie. Por ejemplo.

-Deberías preguntarselo a Sophie -contestó con una ceja enarcada -Mi respuesta podría generar cierta discrepancia. Ella siempre tiene la respuesta,¿no?

-Por supuesto, por supuesto -sonrió y se puso en pie -Sophie, Sophie. ¿Quién es la más bella de este mundo de ensueño? -esperó expectante, como si alguien le estuviera susurrando algo en su oído. Entonces abrió los ojos como platos, y su boca formó una "O" perfecta. Gimió satisfecha llevandose ambas manos al corazón, suspirando -¡Me lo ha dicho, me lo ha dicho! yo soy la más hermosa -se llevó las pálidas manos a su cabello, sacudiéndoselo.
Scarlet esbozó una media sonrisa, al mismo tiempo que enarcaba una ceja. Equívocamente, Amanda no era ni mucho menos la mujer más guapa. Su pelo rubio y lacio caía flacio sobre su espalda, y su pálido rostro era de un blanco enfermizo.

En ese momento a Scar le pareció escuchar algo, algo provinente del exterior. Frunció el ceño, puesto que no estaba segura de haber oído algo. Como para estar seguros con Amanda despoticando y danzando de un lado para otro con su querida e inexistente Sophie. Entonces la puerta se vino abajo de una patada, levantando polvo. Scarlet entrecerró los ojos para poder ver entre el leve polvo que se había levantado, hasta que vio a una mujer de ojos claros. Con una pistola en la mano. Por las pintas que tenía, era una de los Recién Llegados, así que no se preocupó.

-Mira, Amanda. Esa chica es considerablemente más guapa que tú -dijo con intención de molestarla, recostándose en la piedra que tenía detrás a modo de respaldo. Por toda respuesta, Amanda entrecerró los ojos escrutando a la joven, y se acercó a ella con una sonrisa burlona.

-Ooooh -juntó las manos, llevandoselas a la mejilla -Tenemos una... invitada -rió tontamente -Y me ha destrozado la puerta de mi casa-pasó todo el peso de su cabeza al otro lado, haciendo que casi tocase el hombro izquierdo, mirandola hostilmente de repente, pasandose la lengua por los labios.

Scarlet se puso en pie, y miró a la recién llegada. La miró fijamente, sin amabilidad en el rostro, simplemente la examinaba de arriba a bajo. Era casi de su estatura, pero a diferencia de Scar, ella no estaba bien curtida ni era esbelta. De hecho, parecía una muñequita inocente y delicada con el pelo revuelto. Diantres, era una niña. No debía de llegar ni siquiera a la mayoría de edad. Si no fuera por la pistola que portaba, podrían sacudírsela simplemente soplando.

-¿Debo de dar por supuesto que te pateas las afueras derribando puertas a patadas y portando una pistola? -Scarlet enarcó una ceja, y hubiera vuelto a hablar si no fuera porque Amanda parecía a punto de estallar. Su rostro se había puesto rojo, y la miraba fijamente, inmóvil. Parecía que en cualquier momento iba a lanzársele a la chiquilla a la jugular, para arrancarle la piel a mordiscos y después hacerse unos zapatos nuevos con ella. Sin embargo, su reacción fue tan desconcertante como inesperada.

-No lo sabía, no lo sabía -la imitó burlonamente y después se dejó caer al suelo y rompió a llorar como una niña pequeña, tirándose fuertemente del pelo -Vais destrozando lo que no es vuestro, ¡y campais por aquí a vuestras achas, como si fuera vuestra casa! -matizó la última frase -Los fherals deberían arrancaros la piel a tiras y poner vuestros lastímeros restos en la entrada de sus cavernícolas cuevas, y tú la primera, so garrula! -se abrazó así misma y comenzó a mecerse -Tú me entiendes, ¿Verdad, Sophie? sí... tu eres la única que me comprende... estas furcias malnacidas se creen que lo saben todo... oh, sí... si fuera como en los viejos tiempos, las azotarían hasta que gritasen como las puercas que son... o las colgarían del dedo meñique por tal... falta de respeto... furcias, furcias todas... garrulas sin sentido...

Scarlet observó el espectáculo de Amanda enarcando una ceja, viendo como se mecía abrazada a sí misma. Luego entrecerró los ojos y se volvió hacia la recién llegada.

-Espero que sepas arreglar puertas, niña. Es lo mínimo que puedes hacer -Scar se situó a la altura de Amanda, quien parecía encontrarse fuera de combate mientras que se abrazaba así misma y murmuraba cosas sin sentido, seguramente hablando con su querida e inexistente Sophie. La mujer se irguió de hombros cuando escuchó que alguen más se acercaba. Otra chica más apareció en el Teatro. Hizo una mueca de desagrado. ¿Qué era eso, una reunión?

Scarlet suspiró al ver a Amanda en el suelo mecíendose y abrazada así misma mientras que susurraba cosas sin sentido. Parecía mentira que solo fuera un año más joven que ella. Siempre se había preguntado qué habría pasado exactamente para que perdiera la cordura de aquella manera. El incendio podría ser haber sido un indicio para ello, pero... ¿aquel grado de locura por simplemente eso? aunque tal vez siempre hubiera estado loca. Quizás una vez ella fue de los Otros, y perdió la cordura en este lugar... pero comenzaba a pensar que saber realmente lo que le había pasado sería prácticamente imposible. Aiempre que trataba de tocar el tema, cambiaba abruptamente de tema. Recordó aquella última vez.