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Carne fresca (Macho-men)
2 participantes
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Carne fresca (Macho-men)
Eran las seis y media de la tarde.
Sí, pero como si fueran las ocho en horario de invierno. Las nubes que cubrían el cielo eran tan oscuras que se asemejaban más al color carbón que al gris propio de estas. Scarlet llevaba hoy unos pantalones largos marrones, viejos como toda la ropa que tenía, y una camiseta de tirantes que si bien debía ser beige, había adquirido el color de una especie de marrón claro. Sin mencionar ya la camisa que llevaba siempre encima a modo de chaqueta. Sí. Incluso en verano. Sus pies descalzos no se inmutaban ya a la aspereza de los adoquines levantados y partidos del suelo, acostumbrada a la desnudez de sus pies al andar por la ciudad. Era preferible, pensaba ella, hacerlo así. Podría ser una tontería, pero los afinados oídos fherals eran muy capaces de encontrarte por el repiqueteo de tus zapatos contra el suelo.
Sin embargo, el día hoy no le sonrió a la nativa.
Se adentró en un oscuro callejón, el callejón-atajo que la llevaría a las afueras de la ciudad con mayor rapidez, como había hecho siempre. Fue entonces cuando un hedor putrefacto inundó sus fosas nasales, y cuando sintió varios pares de ojos posados en ella. Continuó andando, si bien exteriormente parecía calmada, dentro estaba cagandose en todo lo cagable y en lo que no. Escuchó ruidos. Había por lo menos cuatro. Pero, ¿dónde estaban? Scarlet no tardó mucho más en descubirlo.
Algo le cayó encima.
Un Fheral.
Scarlet cayó al suelo con la monstruosa criatura encima, y vio por el rabillo del ojo que otros tres se acercaban. Gruñó como una salvaje y le metió los dedos en los ojos, aprovechando aquel instante de dolor para sacar su navaja y decapitarlo. Apartó el cuerpo inerte del fheral lo más rápido que pudo, y navaja en mano, atacó a la otra criatura que tenía a la derecha. Pero este le sujetó por la muñeca, y se la retorció, haciendola caer de rodillas soltando un gemido de dolor. La navaja se le cayó, y el fheral de una patada la mandó lejos.
-Engendro putrefacto -escupió. Con la mano libre tiró de su taparrabos, estiró tanto tanto tanto, que al soltarlo, fue el fheral quién gimió de dolor y la soltó. Se arrastró hasta ponerse en pie, y buscó su navaja, aún con la muñeca dolorida. Mierda. La había cogido uno de los fherals. Gracias al cielo que había unas cajas de madera apiladas en el callejón. Puso un pie encima de una de ellas y tiró con las manos, desprendiendo un trozo largo y grueso con los clavos sobresaliendo peligrosamente en la punta. Se dió la vuelta -a tal velocidad que se la hubiera podido confundir con una peonza- al sentir a uno de ellos a su espalda, y le clavó los clavos del trozo de madera en la sien. Comenzaron a sangrarle los ojos, y después se desplomó en el suelo. Pero no le dieron descanso. Uno de ellos la embistió por el costado, y ambos cayeron al suelo.
Gritó de dolor cuando el bicho le mordió con sus afilados dientes en el costado, un poco más arriba de la cadera. Sintió como le desgarraba la carne, y se retorció bajo su cuerpo, sintiendo como las lágrimas de dolor le escocían en los ojos, pugnando por salir. Pero no. No iban a hacerlo. Trató de darle un rodillazo, sin embargo, el fheral con la navaja se había acercado a ella, y trató de clavarle su propia arma, pero Scarlet se movía con tanto ahínco que solo alcanzó a clavarsela en el muslo.
Otro grito de dolor.
-Hijos... de puta -gimió. con las manos temblorosas, se arrancò la navaja del muslo. La navaja que el imbécil del fheral había olvidado quitar. Como pudo, se la clavó en el estómago del monstruo que la sujetaba, lo suficiente como para que se alejase durante unos minutos por el dolor. Las heridas en el costado y el muslo, solo le permitieron lanzar la navaja lejos, tan lejos como pudo, al otro lado del callejón para que no pudieran utilizarla de nuevo. Pero es que ni fuerzas le quedaban para empuñarla de otra vez.
Sí, pero como si fueran las ocho en horario de invierno. Las nubes que cubrían el cielo eran tan oscuras que se asemejaban más al color carbón que al gris propio de estas. Scarlet llevaba hoy unos pantalones largos marrones, viejos como toda la ropa que tenía, y una camiseta de tirantes que si bien debía ser beige, había adquirido el color de una especie de marrón claro. Sin mencionar ya la camisa que llevaba siempre encima a modo de chaqueta. Sí. Incluso en verano. Sus pies descalzos no se inmutaban ya a la aspereza de los adoquines levantados y partidos del suelo, acostumbrada a la desnudez de sus pies al andar por la ciudad. Era preferible, pensaba ella, hacerlo así. Podría ser una tontería, pero los afinados oídos fherals eran muy capaces de encontrarte por el repiqueteo de tus zapatos contra el suelo.
Sin embargo, el día hoy no le sonrió a la nativa.
Se adentró en un oscuro callejón, el callejón-atajo que la llevaría a las afueras de la ciudad con mayor rapidez, como había hecho siempre. Fue entonces cuando un hedor putrefacto inundó sus fosas nasales, y cuando sintió varios pares de ojos posados en ella. Continuó andando, si bien exteriormente parecía calmada, dentro estaba cagandose en todo lo cagable y en lo que no. Escuchó ruidos. Había por lo menos cuatro. Pero, ¿dónde estaban? Scarlet no tardó mucho más en descubirlo.
Algo le cayó encima.
Un Fheral.
Scarlet cayó al suelo con la monstruosa criatura encima, y vio por el rabillo del ojo que otros tres se acercaban. Gruñó como una salvaje y le metió los dedos en los ojos, aprovechando aquel instante de dolor para sacar su navaja y decapitarlo. Apartó el cuerpo inerte del fheral lo más rápido que pudo, y navaja en mano, atacó a la otra criatura que tenía a la derecha. Pero este le sujetó por la muñeca, y se la retorció, haciendola caer de rodillas soltando un gemido de dolor. La navaja se le cayó, y el fheral de una patada la mandó lejos.
-Engendro putrefacto -escupió. Con la mano libre tiró de su taparrabos, estiró tanto tanto tanto, que al soltarlo, fue el fheral quién gimió de dolor y la soltó. Se arrastró hasta ponerse en pie, y buscó su navaja, aún con la muñeca dolorida. Mierda. La había cogido uno de los fherals. Gracias al cielo que había unas cajas de madera apiladas en el callejón. Puso un pie encima de una de ellas y tiró con las manos, desprendiendo un trozo largo y grueso con los clavos sobresaliendo peligrosamente en la punta. Se dió la vuelta -a tal velocidad que se la hubiera podido confundir con una peonza- al sentir a uno de ellos a su espalda, y le clavó los clavos del trozo de madera en la sien. Comenzaron a sangrarle los ojos, y después se desplomó en el suelo. Pero no le dieron descanso. Uno de ellos la embistió por el costado, y ambos cayeron al suelo.
Gritó de dolor cuando el bicho le mordió con sus afilados dientes en el costado, un poco más arriba de la cadera. Sintió como le desgarraba la carne, y se retorció bajo su cuerpo, sintiendo como las lágrimas de dolor le escocían en los ojos, pugnando por salir. Pero no. No iban a hacerlo. Trató de darle un rodillazo, sin embargo, el fheral con la navaja se había acercado a ella, y trató de clavarle su propia arma, pero Scarlet se movía con tanto ahínco que solo alcanzó a clavarsela en el muslo.
Otro grito de dolor.
-Hijos... de puta -gimió. con las manos temblorosas, se arrancò la navaja del muslo. La navaja que el imbécil del fheral había olvidado quitar. Como pudo, se la clavó en el estómago del monstruo que la sujetaba, lo suficiente como para que se alejase durante unos minutos por el dolor. Las heridas en el costado y el muslo, solo le permitieron lanzar la navaja lejos, tan lejos como pudo, al otro lado del callejón para que no pudieran utilizarla de nuevo. Pero es que ni fuerzas le quedaban para empuñarla de otra vez.
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
Comida, si alguien montaba un Burguer King en la ciudad, por mi madre que se hacía de oro, aunque fueran hamburguesas de perro muerto eso era lo de menos. La cuestión era que mi estómago rugía y los últimos restos de una tableta de chocolate no eran suficientes para saciar mi apetito. Caminaba por el centro de una ancha calle adoquinada, con paso ligero y el ánimo en caída libre, joder, el pasar hambre era la peor sensación que había tenido, peor incluso que cuando mi propio hacha estubo a punto de clavarse en mi entrepierna... bueno, ahí me he colado, NO hay nada peor que eso. Entre hachas y hamburguesas había recorrido la mitad de la calle, una de las perífericas de la ciudad cuando mi fino oido gritó un gruñido, golpes y gritos de un callejón perpendicular.
Bien, mi primer pensamiento fué la de dar media vuelta y aquí no he escuchado nada, mi segunda intención fue la de pasar de largo y si te he visto no me acuerdo y mi tercera y más descabellada opción era la de asomarme, esperar a que la pelea acabara y sacar tajada de ello saqueando los cadáveres. Extrañamente elegí la tercera, nunca se sabe si tendrían algo de valor los muertos, si se que es rastrero pero yo no estaba en condiciones de ir regalando caramelitos por ahí. Así que tan sigilosamente como pude me acerqué a una de las dos casas que franqueaban la entrada al callejón y asomé la cabecita disimuladamente.
Fuera quien fuera lo tenía bien jodido, un rápido vistazo me permitió hacerme la idea de la situación. Me escondí nuevamente tras la esquina. "Recapitulemos, dos blanquitos en pie con alguien a merced." pensé. Un nuevo vistazo, esta vez mas confiado pues los blanquitos estaban distraidos con su presa, una mujer... entrecerré los ojos y pude distinguir el rostro de la mujer. Oh mierda, era la del hachazo...¿Como se llamaba? Anna, si eso era, era Anna. Eso cambiaba ligeramente las cosas, sabía que esa no tenía nada de valor al menos que yo hubiera visto y ademas de que estaba muy buena, me había invitado a una cena caliente. Obviamente en mi decisión pesó más el atractivo de la muchacha que lo que me había hecho, como bien había pensado la última vez con ella, dos tetas tiran mas que dos carretas y ahora me permitía añadir que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y allá iba yo, dispuesto a darme el ostión padre por esa nativa llamada Anna.
Salí corriendo, hacha en mano y mirada fiera... que cojones mirada fiera, iba a comerme a esos bichos a bocados. El más cercano a mí que se encontraba de espaldas apenas tuvo tiempo para girarse y ver como con un siseo metálico mi hacha en movimiento descendente se le clavó en mitad del pecho. La potencia del impacto debida a la inercia de la carrera fue brutal y con un crujido de huesos rotos, el bicho se desplomó llevándose mi hacha consigo al suelo. El otro fheral centró su atención en mi y yo como un gilipollas intentando liberar mi hacha del pecho del capullo ese. Buff a correr tocan, di media vuelta y empecé a correr en dirección a la entrada al callejón, el fheral optó porque yo era más apetitoso que Anna y me siguió.
En mi sprint le di una patada a algo que estaba tirado en el pavimento, un cuchillo como me pude percatar cuando el objeto se deslizó hacia delante. Cojonudo, iba a ser mi salvaguarda. Seguí mi carrera hasta el cuchillo, frené en seco y lo agarré. El bicho al parecer iba maltrecho pues aún no me había cogido en carrera, asi que me dió tiempo a girarme y a dar una puñalada al bulto que tenía ya encima. Milagrosmente el cuchillo se había clavado en el cuello y el fheral empezó a dar estertores de agonía. Para rematarlo me lié a darle puñaladas en el torso, que sí, que es más rápido y fácil rajarle la yugular pero primero, ¿donde coño esta la yugular? y segundo, mi privilegiadamente solo pensaba en hacer más agujeritos en el cuerpo por donde le saliera la sangre.
Finalmente el bicho cedió a mis encantos e inmediatamente fuí donde Anna para decirle:
- La última vez que me dejaste, por lo menos me podrías a haber dejado algo de café hecho... Pero que sepas que te perdono.- dije de coña aunque la situación no fuera la adecuada- ¡Ah! si, ¿que tal estas? Jodida por lo que veo... ¿Hay algo que pueda hacer por ti?- ya llegaría el momento de cobrar las recompensas.
Bien, mi primer pensamiento fué la de dar media vuelta y aquí no he escuchado nada, mi segunda intención fue la de pasar de largo y si te he visto no me acuerdo y mi tercera y más descabellada opción era la de asomarme, esperar a que la pelea acabara y sacar tajada de ello saqueando los cadáveres. Extrañamente elegí la tercera, nunca se sabe si tendrían algo de valor los muertos, si se que es rastrero pero yo no estaba en condiciones de ir regalando caramelitos por ahí. Así que tan sigilosamente como pude me acerqué a una de las dos casas que franqueaban la entrada al callejón y asomé la cabecita disimuladamente.
Fuera quien fuera lo tenía bien jodido, un rápido vistazo me permitió hacerme la idea de la situación. Me escondí nuevamente tras la esquina. "Recapitulemos, dos blanquitos en pie con alguien a merced." pensé. Un nuevo vistazo, esta vez mas confiado pues los blanquitos estaban distraidos con su presa, una mujer... entrecerré los ojos y pude distinguir el rostro de la mujer. Oh mierda, era la del hachazo...¿Como se llamaba? Anna, si eso era, era Anna. Eso cambiaba ligeramente las cosas, sabía que esa no tenía nada de valor al menos que yo hubiera visto y ademas de que estaba muy buena, me había invitado a una cena caliente. Obviamente en mi decisión pesó más el atractivo de la muchacha que lo que me había hecho, como bien había pensado la última vez con ella, dos tetas tiran mas que dos carretas y ahora me permitía añadir que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y allá iba yo, dispuesto a darme el ostión padre por esa nativa llamada Anna.
Salí corriendo, hacha en mano y mirada fiera... que cojones mirada fiera, iba a comerme a esos bichos a bocados. El más cercano a mí que se encontraba de espaldas apenas tuvo tiempo para girarse y ver como con un siseo metálico mi hacha en movimiento descendente se le clavó en mitad del pecho. La potencia del impacto debida a la inercia de la carrera fue brutal y con un crujido de huesos rotos, el bicho se desplomó llevándose mi hacha consigo al suelo. El otro fheral centró su atención en mi y yo como un gilipollas intentando liberar mi hacha del pecho del capullo ese. Buff a correr tocan, di media vuelta y empecé a correr en dirección a la entrada al callejón, el fheral optó porque yo era más apetitoso que Anna y me siguió.
En mi sprint le di una patada a algo que estaba tirado en el pavimento, un cuchillo como me pude percatar cuando el objeto se deslizó hacia delante. Cojonudo, iba a ser mi salvaguarda. Seguí mi carrera hasta el cuchillo, frené en seco y lo agarré. El bicho al parecer iba maltrecho pues aún no me había cogido en carrera, asi que me dió tiempo a girarme y a dar una puñalada al bulto que tenía ya encima. Milagrosmente el cuchillo se había clavado en el cuello y el fheral empezó a dar estertores de agonía. Para rematarlo me lié a darle puñaladas en el torso, que sí, que es más rápido y fácil rajarle la yugular pero primero, ¿donde coño esta la yugular? y segundo, mi privilegiadamente solo pensaba en hacer más agujeritos en el cuerpo por donde le saliera la sangre.
Finalmente el bicho cedió a mis encantos e inmediatamente fuí donde Anna para decirle:
- La última vez que me dejaste, por lo menos me podrías a haber dejado algo de café hecho... Pero que sepas que te perdono.- dije de coña aunque la situación no fuera la adecuada- ¡Ah! si, ¿que tal estas? Jodida por lo que veo... ¿Hay algo que pueda hacer por ti?- ya llegaría el momento de cobrar las recompensas.
Alexander Sttida- Mensajes : 91
Re: Carne fresca (Macho-men)
Scarlet podía sentir la quemazón en el costadado derecho, y sabía que después de aquello tendría que darse puntos. Si es que le quedaban fuerzas suficientes como para poder enebrar una aguja y lograr sostenerla sin que le temblasen las manos por el dolor de la pierna y de desgarrón en cuestión. Y bueno, su pierna era otra historia. Probablemente no podría andar correctamente durante unos cuantos días. Aquello le había pasado incontables veces, y siempre había salido adelante. Pero sentía algo diferente a las otras veces. Y era la sangre. Podía sentir como la sangre iba abandonando su cuerpo poco a poco, pero inexorablemente. Y supo que tenía que salir de allí si no quería perder más sangre. O tendría un gran problema. Uno de los fherals se había dado la vuelta por la puñalada que le había asestado antes de lanzar la navaja fuera de su alcanze, cerciorandose de que no volvieran a utilizarla en su contra. Y el otro parecía medio lerdo.
Pero entonces alguien entró en escena.
Alguien alto, que desprendía arrogancia y ganas de patear culos. Alguien que portaba un hacha. Era...
...la cucaracha.
Pero no se quedó ni un senguno a ver cual era el desenlaze de la pelea, si no que se arrastró como pudo a donde se encontraba el fheral que había matado minutos atrás, arrancandole el trozo de madera que le había clavado en la sien. Vio de reojo que Alexander -nunca olvida un nombre o una cara. No como otros- se había cargado a uno de los fherals con su hacha. Y que había cogido su navaja. Ella trató de ponerse en pie, utilizando la madera como punto de apoyo. Hizo una mueca y se llevó la mano al costado, y su palma se quedó impregnada por la sangre, aunque no le importó. No logró ponerse en pie, una mezcla de todo.
No fue mucho más tarde cuando Alexander se acercó a ella tras haber matado a los otros dos bichos. Al chungo y al sanote.
Y Scarlet sintió dos cosas.
La primera, aún a sabiendas de que no lo habría hecho por ella, si no para lucirse, fue agradecimiento -cosa que no admitiría-. Y la segunda, rabia. Rabia porque sabía que no iba a poder andar mucho más lejos sin carse o marearse por la falta de sangre si no se desinfectaba las heridas y se cosía la del costado. Y porque él vería que no se encontraba en uno de sus mejores momentos.
Una persona normal se hubiera preocupado, pero no. El estaba ahí, sonriendo y bromeando. Dios, que ganas tenía de darle con el palo en la cabeza y dejarle tonto perdido.
-No... si encima se creerá que tiene gracia -si su voz trató de sonar mordaz, su tono era más bien lastímero. -Si vas a quedarte ahí mofandote, lárgate. Incluso así como se encontraba, en el suelo, sus ojos eran vivarachos y desafiantes. Y estaban algo colorados. Reflejaban las ganas que tenían de darle la gran ostia que se merecía, y también la impotencia respecto a todo.
Pero entonces alguien entró en escena.
Alguien alto, que desprendía arrogancia y ganas de patear culos. Alguien que portaba un hacha. Era...
...la cucaracha.
Pero no se quedó ni un senguno a ver cual era el desenlaze de la pelea, si no que se arrastró como pudo a donde se encontraba el fheral que había matado minutos atrás, arrancandole el trozo de madera que le había clavado en la sien. Vio de reojo que Alexander -nunca olvida un nombre o una cara. No como otros- se había cargado a uno de los fherals con su hacha. Y que había cogido su navaja. Ella trató de ponerse en pie, utilizando la madera como punto de apoyo. Hizo una mueca y se llevó la mano al costado, y su palma se quedó impregnada por la sangre, aunque no le importó. No logró ponerse en pie, una mezcla de todo.
No fue mucho más tarde cuando Alexander se acercó a ella tras haber matado a los otros dos bichos. Al chungo y al sanote.
Y Scarlet sintió dos cosas.
La primera, aún a sabiendas de que no lo habría hecho por ella, si no para lucirse, fue agradecimiento -cosa que no admitiría-. Y la segunda, rabia. Rabia porque sabía que no iba a poder andar mucho más lejos sin carse o marearse por la falta de sangre si no se desinfectaba las heridas y se cosía la del costado. Y porque él vería que no se encontraba en uno de sus mejores momentos.
Una persona normal se hubiera preocupado, pero no. El estaba ahí, sonriendo y bromeando. Dios, que ganas tenía de darle con el palo en la cabeza y dejarle tonto perdido.
-No... si encima se creerá que tiene gracia -si su voz trató de sonar mordaz, su tono era más bien lastímero. -Si vas a quedarte ahí mofandote, lárgate. Incluso así como se encontraba, en el suelo, sus ojos eran vivarachos y desafiantes. Y estaban algo colorados. Reflejaban las ganas que tenían de darle la gran ostia que se merecía, y también la impotencia respecto a todo.
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
A pesar de su lamentable estado físico trataba de ser desafiante, un gesto que no la honraba, la hacía imbécil pues en esos momentos no era apenas ni capaz de caminar. Torcí un poco el gesto a ver la sangre que manchaba todo su costado derecho, su mano teñida de rojo no era capaz de frenar la hemorragia. Lo único que sabía de medicina era que los doctores llamados House eran unos bordes, pero aún asi sabía por la palidez de su cara que la situación era bien jodida. ¿Por qué estas cosas siempre me pasaban a mí? Putas ambulancias, nunca están cuando se las necesita.
¿La ayudaba o no la ayudaba? Esa pregunta se respondía con otra pregunta, ¿Era yo una buena o mala persona? Seamos realistas, yo no era precisamente el buen samaritano sino más bien lo contrario. Vayamos por partes, si ella moría yo no ganaba nada más que un triste cuchillo, en cambió si conseguía que viviera yo ganaba una deuda de vida, lo cual en ese mundo era algo así como un tesoro. Mi mente práctica no le costó más que medio segundo decidir. La ayudaría y luego obtendría algo a cambio. Una vez decidido tocaba pasar a la acción, primer paso, que la muchacha no se quedara seca de sangre. Me agaché, y saqué dos cosas de mi mochila: una botella de agua y los pantalones de traje raídos y con algunos cortes con los que llegué a este lugar. Manos a la obra.
- Te van a faltar besos para agradecerme lo que estoy haciendo por ti, Anna. Vamos a taponar esa herida hasta que consigamos ayuda, si te duele te jodes que te lo debo del hacha.- dije lo más despreocupadamente que fui capaz.- Quita la mano del costado guapa.
Con la punta del cuchillo que aún tenía en la mano, levante la camisa de Anna para dejar al descubierto la monstruosa herida. "Joder, que asco" fué el primer pensamiento cuando vi el costado desgarrado de la mujer, pero no había mucho tiempo para pensar así que vacié todo el contenido de la botella en la herida sin ningún reparo. ¿Que se mojaba entera? Que se jodiera, no haberse metido en lios. Tras ver como la herida quedaba medio limpia, cogí el pantalon y poniendo la parte del trasera sobre la herida y anudando las patas entre sí al costado sano, a modo de rudimentario cinturón con un parche en la herida. De momento debería de valer y si no valía, pues nada, me tocaría cavar un hoyo de un metro de profundidad para tirar dentro el cadaver. Guardé botella y cuchillo en la mochila.
Ahora, a buscar ayuda. Me puse la mochila por delante, en el pecho y sin decir palabra cogí a Anna y la monté en mi espalda a borriquitos. Esperaba que mis "paseos" por la ciudad fantasma hubiera aumentado algo mi resistencia porque si no... mejor no pensar en eso. Con la mujer a mis espaldas empecé a caminar hacia la salida del callejón y le dije:
- Bien Anna, más vale que no te desmayes porque me tendrás que guiar a algún lado donde halla ayuda.- Iba pendiente del suelo para no tropezar y liarla aún mas. Con voz burlona dije intentando cabrearla para que no del enfado no se desmayase- Y joder, como salgas de esta deberías considerar la posibilidad de ponerte a dieta, estás como una vaca.
¿La ayudaba o no la ayudaba? Esa pregunta se respondía con otra pregunta, ¿Era yo una buena o mala persona? Seamos realistas, yo no era precisamente el buen samaritano sino más bien lo contrario. Vayamos por partes, si ella moría yo no ganaba nada más que un triste cuchillo, en cambió si conseguía que viviera yo ganaba una deuda de vida, lo cual en ese mundo era algo así como un tesoro. Mi mente práctica no le costó más que medio segundo decidir. La ayudaría y luego obtendría algo a cambio. Una vez decidido tocaba pasar a la acción, primer paso, que la muchacha no se quedara seca de sangre. Me agaché, y saqué dos cosas de mi mochila: una botella de agua y los pantalones de traje raídos y con algunos cortes con los que llegué a este lugar. Manos a la obra.
- Te van a faltar besos para agradecerme lo que estoy haciendo por ti, Anna. Vamos a taponar esa herida hasta que consigamos ayuda, si te duele te jodes que te lo debo del hacha.- dije lo más despreocupadamente que fui capaz.- Quita la mano del costado guapa.
Con la punta del cuchillo que aún tenía en la mano, levante la camisa de Anna para dejar al descubierto la monstruosa herida. "Joder, que asco" fué el primer pensamiento cuando vi el costado desgarrado de la mujer, pero no había mucho tiempo para pensar así que vacié todo el contenido de la botella en la herida sin ningún reparo. ¿Que se mojaba entera? Que se jodiera, no haberse metido en lios. Tras ver como la herida quedaba medio limpia, cogí el pantalon y poniendo la parte del trasera sobre la herida y anudando las patas entre sí al costado sano, a modo de rudimentario cinturón con un parche en la herida. De momento debería de valer y si no valía, pues nada, me tocaría cavar un hoyo de un metro de profundidad para tirar dentro el cadaver. Guardé botella y cuchillo en la mochila.
Ahora, a buscar ayuda. Me puse la mochila por delante, en el pecho y sin decir palabra cogí a Anna y la monté en mi espalda a borriquitos. Esperaba que mis "paseos" por la ciudad fantasma hubiera aumentado algo mi resistencia porque si no... mejor no pensar en eso. Con la mujer a mis espaldas empecé a caminar hacia la salida del callejón y le dije:
- Bien Anna, más vale que no te desmayes porque me tendrás que guiar a algún lado donde halla ayuda.- Iba pendiente del suelo para no tropezar y liarla aún mas. Con voz burlona dije intentando cabrearla para que no del enfado no se desmayase- Y joder, como salgas de esta deberías considerar la posibilidad de ponerte a dieta, estás como una vaca.
Alexander Sttida- Mensajes : 91
Re: Carne fresca (Macho-men)
Y para su sorpresa, Alexander se arrodilló a su lado y sacó algo de la mochila. Se lo había pensado largo y tendido. Y eso le hizo preguntarse qué le habría hecho cambiar de opinión, pues tenía la sensación de que era de esos que luego te pasaban factura incluso por matarte una mosca. Seguramente pensaba que le estaba haciendo un favor. ¿Por qué si no iba a hacerlo? ¿por caridad? pero Scarlet consideraba aquello su cobro por haber compartido su cena con él el otro día y haberle permitido dormir bajo el calor de su hoguera. Dejó que le levantara la camisa, y se estremeció al sentir el agua fresca correr por la herida. Qué gustillo. Abrió su mochila y sacó algo, una especie de tela, pero luego se percató de que era un pantalón. ¿Iba a envolverla en un pantalón? bueno, al menos era práctico.
Ya se pondría una venda cuando llegara a casa.
-¿Besos? -sonrió, o al menos lo intentó. Algo que se parecía a una sonrisa -Vas a tener que hacer más que... esto si eso es lo que quieres -se interrumpió al sentir la presión del pantalón al rededor de su herida, presionandola. Soltó un siseo. Iba a necesitar unos buenos puntos -Y Anna tu madre -apostilló con voz con voz algo tenue.
A continuación Alexander la subió a su espalda, y por sus huevos que podría haberlo hecho con algo más de cuidado, pero no emitió sonido alguno. Bastante rabia le daba que tuviera que verla en ese estado. Era patético. Ella siendo cargada por uno de los Otros. Un arrogante recién llegado. Sin embargo la calidez de su cuerpo hizo que cerrara los ojos y apollase la mejilla en su hombro, pues se sentía cansada. Muy cansada. ¿Sería el cansancio que arrastraba de todo el día?. Pero su voz no la dejó descansar, y volvió a hablar. Pero Scarlet estaba demasiado cansada, y en lugar de cabrearse le susurró de tal manera que su aliento le rozara el cuello, y tuviera que inclinar la cabeza para poder escucharla.
-Tal vez... seas tú quien necesite hacer más ejercicio -chasca. -Pero te daría un puñetazo si no estuviera tan cansada -respiró hondo, con la mejilla en su hombro. Entonces se obligó a pensar en lo que le había dicho -Vamos a mi casa. Cuando salgas del callejón, llegarás directamente al bosque. Verás un sauce, y tendrás que ir en esa dirección -cuando llegasen allí ya se lo explicaría con más detalle. Pero tal vez hasta entonces pudiera hechar una cabezadita, porque sentía que los párpados le pesaban mucho...
Ya se pondría una venda cuando llegara a casa.
-¿Besos? -sonrió, o al menos lo intentó. Algo que se parecía a una sonrisa -Vas a tener que hacer más que... esto si eso es lo que quieres -se interrumpió al sentir la presión del pantalón al rededor de su herida, presionandola. Soltó un siseo. Iba a necesitar unos buenos puntos -Y Anna tu madre -apostilló con voz con voz algo tenue.
A continuación Alexander la subió a su espalda, y por sus huevos que podría haberlo hecho con algo más de cuidado, pero no emitió sonido alguno. Bastante rabia le daba que tuviera que verla en ese estado. Era patético. Ella siendo cargada por uno de los Otros. Un arrogante recién llegado. Sin embargo la calidez de su cuerpo hizo que cerrara los ojos y apollase la mejilla en su hombro, pues se sentía cansada. Muy cansada. ¿Sería el cansancio que arrastraba de todo el día?. Pero su voz no la dejó descansar, y volvió a hablar. Pero Scarlet estaba demasiado cansada, y en lugar de cabrearse le susurró de tal manera que su aliento le rozara el cuello, y tuviera que inclinar la cabeza para poder escucharla.
-Tal vez... seas tú quien necesite hacer más ejercicio -chasca. -Pero te daría un puñetazo si no estuviera tan cansada -respiró hondo, con la mejilla en su hombro. Entonces se obligó a pensar en lo que le había dicho -Vamos a mi casa. Cuando salgas del callejón, llegarás directamente al bosque. Verás un sauce, y tendrás que ir en esa dirección -cuando llegasen allí ya se lo explicaría con más detalle. Pero tal vez hasta entonces pudiera hechar una cabezadita, porque sentía que los párpados le pesaban mucho...
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
¿No se llamaba Anna? Ostión del quince que me había dado, las pocas posibilidades que tenía de mantener una relación sana de adultos, es decir, llevarla el catre y adios muy buenas, se acaban de esfumar. Además, la tenue voz de la mujer me hacía presagiar que la sangre que había perdido era demasiada y que tenía a las espaldas un opositador a fiambre. No obstante y gracias a mi terquedad más propia de una mula, seguí adelante e incluso me ví capacitado para aligerar brevemente el ritmo. Sentía su aliento en mi nuca, señal de que aún respiraba, en el momento.
Seguí sus indicaciones al pie de la letra, saliendo de los límites de la civilización, si es que a esa ciudad se le podía llamar de ese modo y adentrándome en los campos que poco a poco se iban poblando de árboles. No sé si era la vaca que estaba engordando o yo que me estaba cansando pero lo seguro era que las piernas me pesaban más y ya no caminaba con la misma frescura de antes, es más tropezaba de vez en cuando, lo que seguramente incomodase aún más al bulto que llevaba atras. Que se jodiera, si yo lo estaba pasando mal ella no se iba a librar. Unos diez minutos andando y entonces lo vi, un magnífico sauce que la mujer me había indicado.
- Venga, ya estamos llegando, ahora ¿para donde tiro?- le pregunté entre resoplidos.
No escuche ninguna respuesta, "no me jodas que llevo cargando con un muerto un cuarto de hora..." pensé. Sin embargo, aún notaba su débil respiración en el cuello, sinónimo de que seguía viva. Me acerqué al arbol dejé a la mujer tendida en el suelo, Scarlet, eso era, Scarlet no-se-qué. Cualquier parecido con Anna era mera coincidencia. Tras dejarla bocarriba comprobé que tenía los ojos cerrados, el pantalón no era suficiente para parar la hemorragia, haciendo que una gran mancha roja adornara su costado, es que mierda, incluso yo me había manchado con su sangre. Le dí un par de palmaditas en la cara para que se espabilara pero la zorra me ignoró, entonces cambié de método y con la yema de los dedos y le subí los párpados al tiempo que le decía:
- Eooooooo, despierta, joder. Encima que cargo contigo y te me duermes por el camino sin darme conversación. Eooooooo ¿Por donde esta tu casa?- Se lo seguiría repitiendo hasta que despertase o muriese, no tenía nada mejor que hacer al fin y al cabo.
Seguí sus indicaciones al pie de la letra, saliendo de los límites de la civilización, si es que a esa ciudad se le podía llamar de ese modo y adentrándome en los campos que poco a poco se iban poblando de árboles. No sé si era la vaca que estaba engordando o yo que me estaba cansando pero lo seguro era que las piernas me pesaban más y ya no caminaba con la misma frescura de antes, es más tropezaba de vez en cuando, lo que seguramente incomodase aún más al bulto que llevaba atras. Que se jodiera, si yo lo estaba pasando mal ella no se iba a librar. Unos diez minutos andando y entonces lo vi, un magnífico sauce que la mujer me había indicado.
- Venga, ya estamos llegando, ahora ¿para donde tiro?- le pregunté entre resoplidos.
No escuche ninguna respuesta, "no me jodas que llevo cargando con un muerto un cuarto de hora..." pensé. Sin embargo, aún notaba su débil respiración en el cuello, sinónimo de que seguía viva. Me acerqué al arbol dejé a la mujer tendida en el suelo, Scarlet, eso era, Scarlet no-se-qué. Cualquier parecido con Anna era mera coincidencia. Tras dejarla bocarriba comprobé que tenía los ojos cerrados, el pantalón no era suficiente para parar la hemorragia, haciendo que una gran mancha roja adornara su costado, es que mierda, incluso yo me había manchado con su sangre. Le dí un par de palmaditas en la cara para que se espabilara pero la zorra me ignoró, entonces cambié de método y con la yema de los dedos y le subí los párpados al tiempo que le decía:
- Eooooooo, despierta, joder. Encima que cargo contigo y te me duermes por el camino sin darme conversación. Eooooooo ¿Por donde esta tu casa?- Se lo seguiría repitiendo hasta que despertase o muriese, no tenía nada mejor que hacer al fin y al cabo.
Alexander Sttida- Mensajes : 91
Re: Carne fresca (Macho-men)
Y poco a poco, Scarlet se fue dejando vencer por el sopor, respirando hondo por última vez antes de caer dormida. O inconsciente. Sin embargo, no fue la agradable y cálida oscuridad lo que le aguardaba, si no un recuerdo que hubiera preferido no recordar.
Había un bosque. Una casa. Y mucha lluvia. Una sombría Scarlet unos años más joven, con los ojos irritados y pala en mano, echaba tierra en el hoyo parejo que había cavado minutos antes junto a una tumba algo desgastada por el tiempo, linealmente. La tierra incrustada en las uñas de la mujer, la ropa sucia por el barro húmedo, las ojeras y el pelo enredado y chorreante por la lluvia, dejaba entrever la dejadez que llevaba encima. Parecía que no hubiera comido ni dormido en semanas. Y así había sido. Cogía tierra. La echaba en el hoyo. Más tierra, más, más. Y mientras tanto, su corazón sentía como moría por segunda vez, enterrando lo único valioso que le quedaba. Aquel cuerpo pequeño, inocente…
Se dejó caer de rodillas al suelo, apartando bruscamente la pala, sin importarle el hecho de mancharse todavía más, y llevándose las manos temblorosas al rostro, susurró “Lo siento, lo siento tanto…”
Sintió como unas manos grandes y rudas le tocaban el rostro, y no precisamente de una forma delicada.- ¿Charles? –murmuró confundida. Poco a poco, la voz lejana fue cobrando más y más nitidez, hasta que se dio cuenta de que no era Charles, si no otra persona. Abrió los ojos y enfocó a un hombre. Parpadeó varias veces y en un acto reflejo apartó su rostro de sus manos. Le hacía daño. Gruñó levemente hasta que le reconoció -Alexander -dijo como si estuviera sorprendida. Aún estaba algo aturdida -Te veo doble, y más grande. Puede que después de todo te haya subestimado... -esta vez fue ella quien bromeó, con una media sonrisa. Respiró hondo hasta que el mareo se le fue iendo poco a poco. Una vez lo hizo, miró a su al rededor y vio que ya estaban bajo el sauce.
-...y eficiente -trató de moverse, pero el dolor seguía ahí. Hizo una mueca de impotencia, pero trató de serenarse -Estamos cerca. Tal vez... a quince minutos a pie, teniendo en cuenta que ralentizaré el paso -arrastró las palabras, distribuyendo el aire a conciencia mientras hablaba. Se dio cuenta de que el pantalón, milagrosamente, había cumplido su función; ya no sangraba. Al menos no tanto como antes. Eso le dio ánimos para tratar de levantarse, y aunque lo logró, tuvo que dejarse caer un poco hacia atrás, apoyando su espalda al árbol para mantener el equilibio y no caerse. La pierna seguía sangrando, aunque la herida era mucho menor que la del costado, y no necesitaría puntos. Simplemente, hacía que sus piernas parecieran gelatina. Suspiró.
Miró a Alex de reojo, y aunque sabía que no lo hacía por compasión, si no porque estaba segura de que después trataría de pedirle algo a cambio y sacar provecho de la situación, se lo agradeció. Porque por mucho que le pesara y por muchas segundas intenciones que tuviera, le había salvado la vida aquella tarde.
-Se que no te importa, y que no lo haces por caridad ni bondad. Pero gracias. -mucho se había tragado como para decir eso. Como para que Scarlet dijese eso. Y no volvería a hacerlo.
Había un bosque. Una casa. Y mucha lluvia. Una sombría Scarlet unos años más joven, con los ojos irritados y pala en mano, echaba tierra en el hoyo parejo que había cavado minutos antes junto a una tumba algo desgastada por el tiempo, linealmente. La tierra incrustada en las uñas de la mujer, la ropa sucia por el barro húmedo, las ojeras y el pelo enredado y chorreante por la lluvia, dejaba entrever la dejadez que llevaba encima. Parecía que no hubiera comido ni dormido en semanas. Y así había sido. Cogía tierra. La echaba en el hoyo. Más tierra, más, más. Y mientras tanto, su corazón sentía como moría por segunda vez, enterrando lo único valioso que le quedaba. Aquel cuerpo pequeño, inocente…
Se dejó caer de rodillas al suelo, apartando bruscamente la pala, sin importarle el hecho de mancharse todavía más, y llevándose las manos temblorosas al rostro, susurró “Lo siento, lo siento tanto…”
Sintió como unas manos grandes y rudas le tocaban el rostro, y no precisamente de una forma delicada.- ¿Charles? –murmuró confundida. Poco a poco, la voz lejana fue cobrando más y más nitidez, hasta que se dio cuenta de que no era Charles, si no otra persona. Abrió los ojos y enfocó a un hombre. Parpadeó varias veces y en un acto reflejo apartó su rostro de sus manos. Le hacía daño. Gruñó levemente hasta que le reconoció -Alexander -dijo como si estuviera sorprendida. Aún estaba algo aturdida -Te veo doble, y más grande. Puede que después de todo te haya subestimado... -esta vez fue ella quien bromeó, con una media sonrisa. Respiró hondo hasta que el mareo se le fue iendo poco a poco. Una vez lo hizo, miró a su al rededor y vio que ya estaban bajo el sauce.
-...y eficiente -trató de moverse, pero el dolor seguía ahí. Hizo una mueca de impotencia, pero trató de serenarse -Estamos cerca. Tal vez... a quince minutos a pie, teniendo en cuenta que ralentizaré el paso -arrastró las palabras, distribuyendo el aire a conciencia mientras hablaba. Se dio cuenta de que el pantalón, milagrosamente, había cumplido su función; ya no sangraba. Al menos no tanto como antes. Eso le dio ánimos para tratar de levantarse, y aunque lo logró, tuvo que dejarse caer un poco hacia atrás, apoyando su espalda al árbol para mantener el equilibio y no caerse. La pierna seguía sangrando, aunque la herida era mucho menor que la del costado, y no necesitaría puntos. Simplemente, hacía que sus piernas parecieran gelatina. Suspiró.
Miró a Alex de reojo, y aunque sabía que no lo hacía por compasión, si no porque estaba segura de que después trataría de pedirle algo a cambio y sacar provecho de la situación, se lo agradeció. Porque por mucho que le pesara y por muchas segundas intenciones que tuviera, le había salvado la vida aquella tarde.
-Se que no te importa, y que no lo haces por caridad ni bondad. Pero gracias. -mucho se había tragado como para decir eso. Como para que Scarlet dijese eso. Y no volvería a hacerlo.
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
- Me has llegado al corazón.- Mi particular habilidad para joder momentos que podrían cambiar el signo de mi relación con esa mujer, había salido a flote. Mi voz irónica continuó.- Guardaré este momento para los malos momentos, para pensar que por muy mal que esté una vez hubo alguien que estubo peor que yo.
Aunque muy en el fondo, me alegraba de que Scarlet no fuera un fiambre en esos momentos, ¿el motivo? Digamos que todo Sherlock Holmes necesita su doctor Watson que le lleve la contraria y le mantenga alerta y en ese caso mi doctor Watson era Scarlet, un doctor Watson con un tipazo todo había que decirlo. La tía se había levantado, síntoma de que no estaba tan mal como yo me esperaba pero aún así yo la veía incapacitada para andar durante quince minutos sin caer en redondo al suelo. Por suerte aquella pausa de unos minutos me había recargado brevemente las pilas, mi respiración era menos agitada y las piernas me pesaban unos cien gramos menos.
Sin decir nada cogí a la todo-orgullo Scarlet y me la cargué de nuevo en la espalda esbozando una sonrisa al imaginar lo humillante que le resultaría, es que casi compensaba el haberla cargado desde la ciudad. Tomé rumbo en la dirección indicada por Scarlet con la mochila en mi pecho y Scarlet a mi espalda. A pesar de que tras la "siesta" parecía encontrarse mucho mejor, la situación no dejaba de ser crítica por lo que volví a ese ritmo cansino que me garantizara el poder caminar con ese peso durante un buen rato, que quince minutos era una jodida eternidad. El terreno accidentado no iba sino a contribuir a que mi avance fuera más lento.
- Después de esto me vas a deber una ruta turística por la ciudad llevándome a tus espaldas.- dije entre jadeos cuando llevábamos ya unos 3 o 4 minutos de marcha.
El paisaje apenas variaba salvo por el hecho de que la densidad de árboles iba aumentando ligeramente a medida que nos alejábamos de la civilación. A pesar de que no hacía excesivo calor y que el cielo seguía tan gris como siempre, me encontraba bañado en sudor, lo que me complicaba el acto de mantener a Scarlet en mi espalda. Mi mente había pasado a modo hibernación debido a que solo me entraba oxígeno suficiente para que mis piernas pudieran andar y no para que mi cerebro trabajase. Diez minutos de travesía por el desierto y subiendo, mi fuerza de voluntad en caida libre y Scarlet con algunos centímetros menos de sangre en su organismo... si no fuera por que en mi vocabulario no existía la palabra derrota hasta ahí hubiéramos llegado.
Quince minutos y ningún gesto de Scarlet que me revelara su mansión, mis pies ya no caminaban solo se arratraban por la hierba, había pasado ese umbral donde el dolor y el cansancio dejaban de existir y se fundían para complicarme aún más las cosas. Diecisiete minutos...
Aunque muy en el fondo, me alegraba de que Scarlet no fuera un fiambre en esos momentos, ¿el motivo? Digamos que todo Sherlock Holmes necesita su doctor Watson que le lleve la contraria y le mantenga alerta y en ese caso mi doctor Watson era Scarlet, un doctor Watson con un tipazo todo había que decirlo. La tía se había levantado, síntoma de que no estaba tan mal como yo me esperaba pero aún así yo la veía incapacitada para andar durante quince minutos sin caer en redondo al suelo. Por suerte aquella pausa de unos minutos me había recargado brevemente las pilas, mi respiración era menos agitada y las piernas me pesaban unos cien gramos menos.
Sin decir nada cogí a la todo-orgullo Scarlet y me la cargué de nuevo en la espalda esbozando una sonrisa al imaginar lo humillante que le resultaría, es que casi compensaba el haberla cargado desde la ciudad. Tomé rumbo en la dirección indicada por Scarlet con la mochila en mi pecho y Scarlet a mi espalda. A pesar de que tras la "siesta" parecía encontrarse mucho mejor, la situación no dejaba de ser crítica por lo que volví a ese ritmo cansino que me garantizara el poder caminar con ese peso durante un buen rato, que quince minutos era una jodida eternidad. El terreno accidentado no iba sino a contribuir a que mi avance fuera más lento.
- Después de esto me vas a deber una ruta turística por la ciudad llevándome a tus espaldas.- dije entre jadeos cuando llevábamos ya unos 3 o 4 minutos de marcha.
El paisaje apenas variaba salvo por el hecho de que la densidad de árboles iba aumentando ligeramente a medida que nos alejábamos de la civilación. A pesar de que no hacía excesivo calor y que el cielo seguía tan gris como siempre, me encontraba bañado en sudor, lo que me complicaba el acto de mantener a Scarlet en mi espalda. Mi mente había pasado a modo hibernación debido a que solo me entraba oxígeno suficiente para que mis piernas pudieran andar y no para que mi cerebro trabajase. Diez minutos de travesía por el desierto y subiendo, mi fuerza de voluntad en caida libre y Scarlet con algunos centímetros menos de sangre en su organismo... si no fuera por que en mi vocabulario no existía la palabra derrota hasta ahí hubiéramos llegado.
Quince minutos y ningún gesto de Scarlet que me revelara su mansión, mis pies ya no caminaban solo se arratraban por la hierba, había pasado ese umbral donde el dolor y el cansancio dejaban de existir y se fundían para complicarme aún más las cosas. Diecisiete minutos...
Alexander Sttida- Mensajes : 91
Re: Carne fresca (Macho-men)
-Nada te garantiza que no vayas a acabar peor que yo, y lo sabes tan bien como yo.
Y eso era cierto. Nunca sabías cuando una orda de fherals se te podían hechar encima, sacarte los ojos y hacer collares estrafalarios con tus tripas. Porque a lo largo de aquellos años, Scar había visto a aquellas putrefactas criaturas hacer de todo. Desde abrirte para comerte entero -literalmente- hasta descuartizarte y repartirte entre sus amigos. Ya sabes, un pie por allí, un muslito por allá... vamos, que se lo montaban muy bien. Parecían hasta inteligentes. No. Coño. Eran inteligentes. Tenían su cerebrito, ese tan maquiavélicamente retorcido que parecía funcionar a las mil maravillas. Pero vamos, que ojalá nunca le pasase nada como eso. Scarlet no deseaba el sufrimiento de nadie... por lo general.
Entonces Alexander la cogió y se la subió a la espalda. Hizo una mueca. De verdad, como odiaba ser dependiente. Porque ahora mismo dependía totalmente de él. Podría dejarla tirada en el suelo e irse con su navaja. Ella no podría arrastrarse más de tres metros de donde se encontraba, y acabaría siendo fiambre para cualquier cosa. ¿Por qué no lo hacía? se preguntaba que era lo que podría estar esperando a cambio. ¿Comida? ¿Un techo bajo el que dormir? ¿una mano amiga para momentos comprometidos? la verdad es que eso de la mano amiga lo llevaba de lujo. Eso de llamarte vaca... puff. Se había lucido.
Pasó sus manos por el costado de él, rodeándole, para luego acabar sujetandose una mano con la otra, apoyando de nuevo su barbilla en el hombro del hombre.
-¿Que esperas a cambio de todo esto, Alexander? no soy tan tonta como para creer que lo haces porque eres un sol -hacía rato, se había dado cuenta de que él había saldado su cuenta con ella cuando la había salvado de los fherals, arriesgándo su vida por ayudarla. Ahora no estaba saldando nada. Al revés. Se estaba ocupando de que ella tuviera que deberle algo a cambio. No era tonto ni nada el tío. Y por mucho que le pesase a Scarlet, ahora mismo no podía hacer nada.
Poco a poco se fue viendo algo entre los árboles. Había pasado al rededor de veinte minutos desde aque comenzaron a andar desde el sauce. A lo lejos podía verse una casita hecha de madera y troncos, hecha manualmente hacía ya años. Constaba de un pequeño porche -algo desgastado, y todo hecho de materiales primos- y era de un solo piso, aunque lo suficientemente grande como para no sentirse agobiado en su interior.
Al lado había un lago no muy grande. ¡Oh! recordó Scarlet. Paquirrín y Winnifred... estarían hambrientos. Cuando llegara a casa tendría que darles algo de comer, o se avalanzarían sobre Alexander como locos. La mujer sonrió. ¿Qué cara pondría cuando viese que dos cocodrilos se paseaban por su porche como perico por su casa?
Entonces Alexander la cogió y se la subió a la espalda. Hizo una mueca. De verdad, como odiaba ser dependiente. Porque ahora mismo dependía totalmente de él. Podría dejarla tirada en el suelo e irse con su navaja. Ella no podría arrastrarse más de tres metros de donde se encontraba, y acabaría siendo fiambre para cualquier cosa. ¿Por qué no lo hacía? se preguntaba que era lo que podría estar esperando a cambio. ¿Comida? ¿Un techo bajo el que dormir? ¿una mano amiga para momentos comprometidos? la verdad es que eso de la mano amiga lo llevaba de lujo. Eso de llamarte vaca... puff. Se había lucido.
Pasó sus manos por el costado de él, rodeándole, para luego acabar sujetandose una mano con la otra, apoyando de nuevo su barbilla en el hombro del hombre.
-¿Que esperas a cambio de todo esto, Alexander? no soy tan tonta como para creer que lo haces porque eres un sol -hacía rato, se había dado cuenta de que él había saldado su cuenta con ella cuando la había salvado de los fherals, arriesgándo su vida por ayudarla. Ahora no estaba saldando nada. Al revés. Se estaba ocupando de que ella tuviera que deberle algo a cambio. No era tonto ni nada el tío. Y por mucho que le pesase a Scarlet, ahora mismo no podía hacer nada.
Poco a poco se fue viendo algo entre los árboles. Había pasado al rededor de veinte minutos desde aque comenzaron a andar desde el sauce. A lo lejos podía verse una casita hecha de madera y troncos, hecha manualmente hacía ya años. Constaba de un pequeño porche -algo desgastado, y todo hecho de materiales primos- y era de un solo piso, aunque lo suficientemente grande como para no sentirse agobiado en su interior.
Al lado había un lago no muy grande. ¡Oh! recordó Scarlet. Paquirrín y Winnifred... estarían hambrientos. Cuando llegara a casa tendría que darles algo de comer, o se avalanzarían sobre Alexander como locos. La mujer sonrió. ¿Qué cara pondría cuando viese que dos cocodrilos se paseaban por su porche como perico por su casa?
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
Por fin la chabola de Scarlet se dignó a aparecer, nada del otro mundo pero apostaba a que era mucho más segura que cualquier búnker de hormigon y cemento en el interior de la ciudad. La visión de la cabaña de troncos de madera oscura fué lo que me dió las fuerzas justas para poder andar unos metros más, era consciente del esfuerzo sobrehumano que había hecho para salvarle la vida a la mujer, algo impensable unos dias atras, cuando aterrizó en la desolada ciudad. La suave voz de la muchacha me llegó a los oidos pero ni me digné a responder debido al riesgo de que se me escaparan por la boca los ultimos jirones de resistencia y quedarnos a unos metros del final del trayecto.
Pasito a pasito la casa se fue agrandando hasta resultar una cabaña de aspecto confortable y de tamaño pequeño, joder si es que hasta tenía un porche. Me imaginé a Scar con un látigo obligando a fherals a construirle la "mansión" antes de degollarlos con las uñas de los dedos, vale, no era muy realista pero me costaba creer que esa casa la hubiera construido sola Scar. La mujer no aparentaba tener una fuerza como para llevar troncos allí y colocarlos en disposición para mantener la estructura en pie. De hecho me inclinaba más por la teoría de que ella se había encontrado la cabaña vacía y la había "tomado prestada". Me encontraba a unos quince metros de distancia de la casa cuando los vi.
Dos enormes cocodrilos tumbados en el porche de la casa, mierda, mierda y mierda... a ver como cojones entraba en la casa con esos dos dinosaurios danzando por allí. Solté a Scarlet en el suelo a una distancia más que prudencial de los animales pues aunque no lo parecieran estaba seguro de que eran capaces de cazarnos en un sprint. Seguramente si esperábamos algo de tiempo se irían al lago, pero era justamente lo que nos faltaba pues a saber cuanta sangre le quedaba ya dentro a la herida.
- Mmmmm, ¿Algún plan para alejar a esos bichos y que podamos entrar en tu mansión? Las cucarachas somos especialmente vulnerables ante monstruos como esos... si tuviera una puta pistola otro gallo cantaría, incluso te podría hacer un bolso de piel de cocodrilo.
Ni siquiera me molesté en desenfundar el hacha pues presentía que sería inutil ante la coraza natural de los cocodrilos, vaya mierda todo, ¿por que no me podía encontrar con conejitos y ardillitas en el porche?¿Por qué precisamente DOS cocodrilos? En aquel momento retiré lo que había pensado sobre que la cabaña fuera un lugar seguro, casi preferia un fheral sentadito en una hamaca esperandonos, los fherals eran "matables", aquellos bichos no. Esperaba que la anfitriona tuviera un spray anti-cocodrilos porque si no iba a ser un desastre todo, tanto nadar para morir ahogado en la orilla.
Pasito a pasito la casa se fue agrandando hasta resultar una cabaña de aspecto confortable y de tamaño pequeño, joder si es que hasta tenía un porche. Me imaginé a Scar con un látigo obligando a fherals a construirle la "mansión" antes de degollarlos con las uñas de los dedos, vale, no era muy realista pero me costaba creer que esa casa la hubiera construido sola Scar. La mujer no aparentaba tener una fuerza como para llevar troncos allí y colocarlos en disposición para mantener la estructura en pie. De hecho me inclinaba más por la teoría de que ella se había encontrado la cabaña vacía y la había "tomado prestada". Me encontraba a unos quince metros de distancia de la casa cuando los vi.
Dos enormes cocodrilos tumbados en el porche de la casa, mierda, mierda y mierda... a ver como cojones entraba en la casa con esos dos dinosaurios danzando por allí. Solté a Scarlet en el suelo a una distancia más que prudencial de los animales pues aunque no lo parecieran estaba seguro de que eran capaces de cazarnos en un sprint. Seguramente si esperábamos algo de tiempo se irían al lago, pero era justamente lo que nos faltaba pues a saber cuanta sangre le quedaba ya dentro a la herida.
- Mmmmm, ¿Algún plan para alejar a esos bichos y que podamos entrar en tu mansión? Las cucarachas somos especialmente vulnerables ante monstruos como esos... si tuviera una puta pistola otro gallo cantaría, incluso te podría hacer un bolso de piel de cocodrilo.
Ni siquiera me molesté en desenfundar el hacha pues presentía que sería inutil ante la coraza natural de los cocodrilos, vaya mierda todo, ¿por que no me podía encontrar con conejitos y ardillitas en el porche?¿Por qué precisamente DOS cocodrilos? En aquel momento retiré lo que había pensado sobre que la cabaña fuera un lugar seguro, casi preferia un fheral sentadito en una hamaca esperandonos, los fherals eran "matables", aquellos bichos no. Esperaba que la anfitriona tuviera un spray anti-cocodrilos porque si no iba a ser un desastre todo, tanto nadar para morir ahogado en la orilla.
Alexander Sttida- Mensajes : 91
Re: Carne fresca (Macho-men)
No respondió. O estaba demasiado cansado como para hacerlo, o es que estaría en proceso de elección. Y mientras tanto, Scarlet pensaba en qué hacer. Es decir, sabía que acabaría pidiéndole algo a cambio. Y en cierto modo se sentía incómoda, pues ella nunca había tenido que deberle nada a nadie. Tsk. Aquel tío aparecía y la hacía ponerse en situaciones en las que nunca -o casi nunca- se había visto expuesta antes . Por un lado sentía cierta simpatía hacia él... por qué negarlo. Pero por otro, le daría tal ostión que... bueno, mejor que no ocurra.
Cuando Scarlet divisó por fin su casa, efectivamente, ahí estaban Paquirrín y Winnifred, tomando aquellos rayitos de sol que apenas se filtraban de entre las nubes en el porche. Como tanto sabían que les gustaba. Aish, sus bebés... que cosas más ricas. Sobretodo por las mañanas cuando querían comer, y soltaban dentelladas al aire.
Para comérselos.
O para que te coman.
Entonces Alexander la dejó en el suelo. ¿Pensaba hechar a correr? ah, no. Vale. Hizo un esfuerzo para que las piernas -algo dormidas- la siguieran sosteniendo, y no hicieron un mal trabajo. Dio unos pasos hacia delante, y los cocodrilos al escuchar un ruido alzaron las cabezas, y fijaron sus ojos en ella. La habían reconocido, al igual que no lo habían hecho con Alexander. Bueno, tendría que enseñarles que él no era un bocado comestible.
-No te preocupes. Son amigos -le miró de reojo. Parecía estar flipando -El negro es Paquirrín. La de la derecha es Winnifred.
-¿Vienes... o te quedas?
Cuando Scarlet divisó por fin su casa, efectivamente, ahí estaban Paquirrín y Winnifred, tomando aquellos rayitos de sol que apenas se filtraban de entre las nubes en el porche. Como tanto sabían que les gustaba. Aish, sus bebés... que cosas más ricas. Sobretodo por las mañanas cuando querían comer, y soltaban dentelladas al aire.
Para comérselos.
O para que te coman.
Entonces Alexander la dejó en el suelo. ¿Pensaba hechar a correr? ah, no. Vale. Hizo un esfuerzo para que las piernas -algo dormidas- la siguieran sosteniendo, y no hicieron un mal trabajo. Dio unos pasos hacia delante, y los cocodrilos al escuchar un ruido alzaron las cabezas, y fijaron sus ojos en ella. La habían reconocido, al igual que no lo habían hecho con Alexander. Bueno, tendría que enseñarles que él no era un bocado comestible.
-No te preocupes. Son amigos -le miró de reojo. Parecía estar flipando -El negro es Paquirrín. La de la derecha es Winnifred.
- Spoiler:
-¿Vienes... o te quedas?
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
"¿Vienes... o te quedas?" La pregunta tenía su miga gracias a las dos lagartijas mutantes que descansaban en el porche como si estubieran en su casa. Aunque haciendo caso de las palabras de Scarlet... es que estaban en su casa. Dos opciones, puesto que ya había cumplido con creces llevando a aquella mujer a su casa podría tirar mi coraje al suelo y pisotearlo mientras me largaba rumbo a la ciudad o podría jugarme las piernas al pasar entre las dos fieras para entrar a la cabaña de Scarlet. En cualquiera de las dos opciones saldría malparado con casi total seguridad, pero bueno, de perdidos al río asi que cogi el hacha con la mano derecha como medida de precaución y avancé hacia las largatijas.
Según me acerqué unos pasos al porche la lagartija negra abrió la boca como bostezando, solo que la desgraciada no la cerró. Maldita nativa de mierda, ¿que clase de psicópata tenía por mascotas dos cocodrilos? La respuesta era bien sencilla, la misma que lanzaba hachas a las entrepierna de sus invitados a la mesa. Unos pasos más y ya estaba al alcance de las poderosas mandíbulas de los reptiles que aunque se revolvieron ligeramente no llegaron a lanzarme ninguna dentellada aunque el cabronazo del negro, Paquirrín como lo había presentado Scarlet, seguía con la boca abierta intentando intimidarme. Pues ¿sabeis que? Que se iba a joder un rato porque el que llevaba el hacha era yo y por lo tanto el que debía de intimidar era yo.
A todo esto y mientras mi batalla de macho alpha contra Paquirrín discurria silenciosamente, Scarlet ya había entrado en su casa por lo que yo me apresuré para entrar tambien cerrando la puerta tras de mi. Una vez dentro le eché un vistazo al recinto de madera. Obviamente la comodidad y facilidades de una casa del mundo Real brillaba por su ausencia, pero desde luego se veía mas confortable que el dormir en el suelo de un piso semiderruido como estaba haciendo yo desde que llegué. Si es que hasta tenía dos camas y todo, una más ancha que se podría considerar de matrimonio y otra individual... joder con la casucha.
- Bueno, tu diras...
Estaba allí porque Scarlet se estaba desangrando y en ese lugar se suponía que tendría algo con lo que cerrarse la herida asi que cuanto antes acábaramos mejor. No confiaba en que la puerta de madera pudiera contener a los bichos de afuera si estos se empezaban a sentir hambrientos. Ya le preguntaría en otro momento sobre sus guardianes, mascotas, amantes o lo que coño fueran esas dos lagartijas mutantes. De momento solté la mochila y el hacha en el suelo esperando que me dijera lo que quería que hiciese para asi completar un favor de los que costaba devolver.
Según me acerqué unos pasos al porche la lagartija negra abrió la boca como bostezando, solo que la desgraciada no la cerró. Maldita nativa de mierda, ¿que clase de psicópata tenía por mascotas dos cocodrilos? La respuesta era bien sencilla, la misma que lanzaba hachas a las entrepierna de sus invitados a la mesa. Unos pasos más y ya estaba al alcance de las poderosas mandíbulas de los reptiles que aunque se revolvieron ligeramente no llegaron a lanzarme ninguna dentellada aunque el cabronazo del negro, Paquirrín como lo había presentado Scarlet, seguía con la boca abierta intentando intimidarme. Pues ¿sabeis que? Que se iba a joder un rato porque el que llevaba el hacha era yo y por lo tanto el que debía de intimidar era yo.
A todo esto y mientras mi batalla de macho alpha contra Paquirrín discurria silenciosamente, Scarlet ya había entrado en su casa por lo que yo me apresuré para entrar tambien cerrando la puerta tras de mi. Una vez dentro le eché un vistazo al recinto de madera. Obviamente la comodidad y facilidades de una casa del mundo Real brillaba por su ausencia, pero desde luego se veía mas confortable que el dormir en el suelo de un piso semiderruido como estaba haciendo yo desde que llegué. Si es que hasta tenía dos camas y todo, una más ancha que se podría considerar de matrimonio y otra individual... joder con la casucha.
- Bueno, tu diras...
Estaba allí porque Scarlet se estaba desangrando y en ese lugar se suponía que tendría algo con lo que cerrarse la herida asi que cuanto antes acábaramos mejor. No confiaba en que la puerta de madera pudiera contener a los bichos de afuera si estos se empezaban a sentir hambrientos. Ya le preguntaría en otro momento sobre sus guardianes, mascotas, amantes o lo que coño fueran esas dos lagartijas mutantes. De momento solté la mochila y el hacha en el suelo esperando que me dijera lo que quería que hiciese para asi completar un favor de los que costaba devolver.
Alexander Sttida- Mensajes : 91
Re: Carne fresca (Macho-men)
Abrió la puerta y entró dentro. Hacía un par de días que no había pisado su casa, pues entre pitos y flautas, había acabado acampando por ahí, como era algo habitual en ella. Que si una noche aquí, que si una noche allá... en fin, el caso era que todo estaba en orden, tal y como lo había dejado todo antes de irse. Já. La pregunta era, ¿quién iba a hacercarse a su casa con dos enormes cocodrilos dumierdo en el porche, justo en frente de la puerta? la respuesta tras tantos años haciéndolo, era nadie. Estaba cansada, las manos si bien no temblaban, las sentía de gelatina debido al dolor, al igual que las piernas. Dejó la puerta abierta, esperando a que Alexander se decidiera. ¿Entrar, o no entrar? si no hubiera sido por el dolor que sentía, hubiera soltado una carcajada al ver el aspecto amenazante de Paquirrín ante Alexander, enseñándole todos los colmillos.
Si es que era una pocholada.
Finalmente se decidió a pasar, con el hacha en la mano. Esbozó una media sonrisa. Quedarse en la entrada o irse a aquellas horas -a pesar de haber perdido la noción del tiempo, tenía la sensación de que no tardaría en comenzar a anochecer- habría sido algo poco práctico e inteligente.
Se dejó caer en la cama, sentada, haciendo una mueca de dolor. Lo único que quería ahora era sentarse y estar tranquila, desinfectarse la herida y luego ya vería qué. Suspiró, y cuando Alexander hubo cerrado la puerta tras él, dijo.
-¿Ves ese armario pequeño de allí? -señaló al lado de la chimenea -Dentro hay vendas, hilo, agujas y desinfectante -le indicó. Entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Habría cosido algo en su vida? si no tendría que hacerlo ella, y estando como estaba, le daba la sensación de que solo acabaría empeorándolo. Seguramente aquellas dudas habían pasado todas por su rostro, cuando alzó la cabeza y le preguntó -¿Has cosido alguna vez? no sé, ropa, unas cortinas, un botón... ¿carne? -no estaba segura de qué clase de cosas hacían en el Otro Lado, pero supuso que eso tanto hombres como mujeres lo hacían, ¿no? coser, todos sabían coser...
Si es que era una pocholada.
Finalmente se decidió a pasar, con el hacha en la mano. Esbozó una media sonrisa. Quedarse en la entrada o irse a aquellas horas -a pesar de haber perdido la noción del tiempo, tenía la sensación de que no tardaría en comenzar a anochecer- habría sido algo poco práctico e inteligente.
Se dejó caer en la cama, sentada, haciendo una mueca de dolor. Lo único que quería ahora era sentarse y estar tranquila, desinfectarse la herida y luego ya vería qué. Suspiró, y cuando Alexander hubo cerrado la puerta tras él, dijo.
-¿Ves ese armario pequeño de allí? -señaló al lado de la chimenea -Dentro hay vendas, hilo, agujas y desinfectante -le indicó. Entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Habría cosido algo en su vida? si no tendría que hacerlo ella, y estando como estaba, le daba la sensación de que solo acabaría empeorándolo. Seguramente aquellas dudas habían pasado todas por su rostro, cuando alzó la cabeza y le preguntó -¿Has cosido alguna vez? no sé, ropa, unas cortinas, un botón... ¿carne? -no estaba segura de qué clase de cosas hacían en el Otro Lado, pero supuso que eso tanto hombres como mujeres lo hacían, ¿no? coser, todos sabían coser...
Scarlet Greyback- Mensajes : 186
Re: Carne fresca (Macho-men)
Tomé del armario lo que Scarlet me había indicado, una especie de botiquín de primeros auxilios. Para coger todos esos utensilios tuve que dejar mi hacha apoyada contra la pared pasando por alto la primera enseñanza que me hizo aquella mujer, eso sí tuve cuidado de dejarla fuera del alcance de Scar que aunque estaba débil no me inspiraba demasiada confianza. Asi que armado con todo un equipo de primeros auxilios fuí a la cama donde descansaba sentada Scar y solté toda la mercancía a su lado. Empezaba la parte divertida, para descojonarse vamos.
- Esta ha sido la primera vez que he cogido una aguja e hilo, pero si te sirve de consuelo... peor de lo que estás no te voy a dejar.- dije encogiéndome de hombros.- Si quieres sobrevivir me temo que o lo haces tu o me tendrás que guiar mientras te agujereo la piel.
Era la pura verdad, si ella no estaba en condiciones, cosa más que comprensible entonces sería yo el que tuviera que ejercer de experto cirujano. Y si ella moría... siempre la podría echar a los cocodrilos de la entrada para calmarlos y poder escapar. Me senté a su lado y cogí la aguja y el hilo, con un suspiro procedí a enhebrarla, una acción que no era tan sencilla como aperantaba y que costó algunos minutos llevarla a cabo, bueno, bien acaba lo que mal empieza como rezaba el dicho. Dejé la aguja lista sobre la cama y cogí el desinfectante, aparté la camisa de Scarlet y derramé el contenido del bote sobre la herida, a lo bestia y sin contemplación alguna.
Sabía que le escocería, era los efectos secundarios de la desinfección. Cuando toda la herida se encontró limpia dejé de verter el contenido del bote que ahora ya se encontraba casi vacío. Ahora llegaba la parte crítica en la que yo o bien me coronaba como sastre oficial del reino o me convertía en el primer asesino con aguja del lugar. Me convenía que fuera la primera opción, motivo por el cual me apliqué al máximo de mis limitadas posibilidades en aquel campo. Empujándola suavemente del hombro, obligué a Scarlet a tumbarse para que se moviera menos y me resultara más fácil el arreglar su linda piel.
- Tu dirás...
Y siguiendo sus instrucciones, aguja en mano procedí a traspasar su carne con una sensación que me puso los pelos de punta. El ver como el punzante objeto metálico se adentraba en su carne para emerger al otro lado de la herida me producía un asco terrible. Centrándome en las instrucciones de Scarlet que prácticamente guiaba su mano, seguí con mi asquerosa tarea... lo que hay que hacer para salvar a una damisela en apuros, coño.
- Esta ha sido la primera vez que he cogido una aguja e hilo, pero si te sirve de consuelo... peor de lo que estás no te voy a dejar.- dije encogiéndome de hombros.- Si quieres sobrevivir me temo que o lo haces tu o me tendrás que guiar mientras te agujereo la piel.
Era la pura verdad, si ella no estaba en condiciones, cosa más que comprensible entonces sería yo el que tuviera que ejercer de experto cirujano. Y si ella moría... siempre la podría echar a los cocodrilos de la entrada para calmarlos y poder escapar. Me senté a su lado y cogí la aguja y el hilo, con un suspiro procedí a enhebrarla, una acción que no era tan sencilla como aperantaba y que costó algunos minutos llevarla a cabo, bueno, bien acaba lo que mal empieza como rezaba el dicho. Dejé la aguja lista sobre la cama y cogí el desinfectante, aparté la camisa de Scarlet y derramé el contenido del bote sobre la herida, a lo bestia y sin contemplación alguna.
Sabía que le escocería, era los efectos secundarios de la desinfección. Cuando toda la herida se encontró limpia dejé de verter el contenido del bote que ahora ya se encontraba casi vacío. Ahora llegaba la parte crítica en la que yo o bien me coronaba como sastre oficial del reino o me convertía en el primer asesino con aguja del lugar. Me convenía que fuera la primera opción, motivo por el cual me apliqué al máximo de mis limitadas posibilidades en aquel campo. Empujándola suavemente del hombro, obligué a Scarlet a tumbarse para que se moviera menos y me resultara más fácil el arreglar su linda piel.
- Tu dirás...
Y siguiendo sus instrucciones, aguja en mano procedí a traspasar su carne con una sensación que me puso los pelos de punta. El ver como el punzante objeto metálico se adentraba en su carne para emerger al otro lado de la herida me producía un asco terrible. Centrándome en las instrucciones de Scarlet que prácticamente guiaba su mano, seguí con mi asquerosa tarea... lo que hay que hacer para salvar a una damisela en apuros, coño.
Alexander Sttida- Mensajes : 91
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Vie Feb 10, 2012 8:03 pm por Christian Baskerville
» taller de imagenes
Miér Nov 03, 2010 10:47 pm por tiler keneddy
» buenos y grises dias!
Miér Nov 03, 2010 10:06 pm por tiler keneddy
» juego de ^ , > , v
Miér Nov 03, 2010 5:14 am por tiler keneddy
» ¿Qué opinas del personaje anterior?
Miér Nov 03, 2010 4:51 am por tiler keneddy
» ¡Confiesa!
Miér Nov 03, 2010 4:38 am por tiler keneddy
» ¿Qué harías si el de arriba e besara?
Miér Nov 03, 2010 4:29 am por tiler keneddy
» Ausencia indefinida!
Lun Oct 18, 2010 8:48 pm por Cassie Harrison
» La silla Caliente ////// Cassie Harrison //////
Lun Oct 18, 2010 8:46 pm por Cassie Harrison