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Antes de entrar en la torre hay que investigar los alrededores no?[Alatz]

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Antes de entrar en la torre hay que investigar los alrededores no?[Alatz] - Página 2 Empty Re: Antes de entrar en la torre hay que investigar los alrededores no?[Alatz]

Mensaje por Alatz Seb. de Herrera Sáb Jul 24, 2010 9:46 am

Labio contra labio. Lengua contra lengua. Su cuerpo y en mío parecían sumergirse en una batalla de la cual ambos parecían ir a salir vencedores. Sus dedos, en mi pelo, se enredaban con las hebras de cabello, al tiempo que los míos volvían a estar posados sobre su espalda. Una vez me pareció escuchar un débil gemido procedente de él, un gemido que me sacó levemente de aquella ensoñación, un gemido que logro estremecer mi cuerpo de cabeza a pies, centímetro a centímetro, piel y oquedad. Su respiración se entremezclaba con el aliento ansioso que salía de mi boca para ir a parar a la suya mientras que unas inocentes y entrecerradas miradas abrían y cerraban los párpados como intentando huir de las pupilas del contrario, pero que cuando, por algún casual, erraban en su intención y se encontraban con su digno adversario lograban arrancarme una pequeña sonrisa, la cual desaparecía bajo el cauto peso de sus labios.

Toda persona a lo largo de su corta y efímera vida se ha preguntado alguna vez qué es eso que llamamos "felicidad". Un deseo cumplido, un momento de plenitud, o quizás una simple sonrisa. Todos aquellos que aseguraban que la felicidad consistía en alguna de esas cosas erraban en su empeño. La felicidad era él, aquel que era todos los deseos que pudiera tener, encerrados los dos en un momento que, si bien era de plenitud, no se limitaba al instante, si no que se expandía hasta algo más allá; siempre algo más allá. ¿Y la sonrisa? La sonrisa era irónica, pero, sin embargo, feliz. Aquel mundo que solo auguraba muerte y destrucción había acabado por llevarme directo hacia mi destino, pues eso era él. No había ninguna coincidencia que pudiera habernos unido. Eso era imposible.

Sus manos abandonaron el puerto seguro de mi cabeza y se dejaron caer, deslizando suavemente sobre la tela bajo la cual se escondía la piel que buscaba atrapar cada uno de esos roces que se impregnaban en mi cuerpo, casi gritando por poder sentirlos directamente, sin intermediarios. Sus palmas siguieron bajando perdiéndose por mi espalda, descendiendo y descendiendo casi hasta llegar a su amplitud máxima, terminando por apoyarse en "aquel lugar en donde la espalda pierde su nombre". No me inmuté demasiado. Seguí besándolo de forma igual que antes. Si sus tímidos ojos no habían logrado que me separara de él, eso no iba a hacer lo que su mirada no había conseguido. Mi reacción se limitó a un estremecimiento mezcla del placer y del deseo por adentrarse en terreno prohibido, aquel en el que casi estaba seguro de querer entrar.

Paró. Ahora fue él quien paró, separando su cuerpo del mío, poco a poco, siendo nuestros labios lo último que perdieran contacto y haciéndome inclinarme hacia adelante, en busca de aún un poco más. Una vez como entes independientes de nuevo, se dispuso a despojar mi torso de aquella prenda, mi chaqueta, que tanto había llegado a pesar en los últimos momentos. Luego, cogiéndome del cuello tiró de mí en dirección a aquella silla que se escondía algo más allá. Yo me dejé arrastrar, con el corazón encogido y sobrecogido al mismo tiempo, teniéndo él todo mi ser y voluntad en aquel puño cerrado que me arrastraba. Me sentó. Se sentó. Tenía que llenar mis pulmones de aire, tanto como pudiera, tanto que tal hecho terminó por empujarme en contra del respaldo de madera, casi como si ahora fuera yo el que intentara escapar de él. Nada más lejos de la realidad.

Notaba su peso sobre mí, sus piernas haciendo presión sobre las mías, pero nuevamente había conseguido reducirme a un montón de carne y hueso despojado de voluntad. No podía apartar mis ojos de los suyos, como si simplemente esperase una orden que cumplir o como si fuesen a evaporarse de un momento a otro, como un sueño demasiado bueno como para creer. Sus manos volvieron a buscar el fin de mi doso, esta vez para buscar el final de mi camiseta e ir tirando hacia arriba. Noté, pese a mi falta de percepción, como la tela húmeda se pegaba a mi cuerpo, parecía incluso resistirse a lo que, de una manera u otra, era inevitable. Al final quedé desnudo de cintura para arriba. Mi cuerpo no era escultural, ni yo mismo nunca había querido que lo fuera, unos pectorales y un abdomen algo marcados, pero lejos de cualquier exageración. "Igualdad de condiciones" había expuesto, a lo cual solo pude hacer un amago de asentir antes de que su cuerpo se acercara nuevamente al mío y sus labios corrieron de nuevo en busca de los míos mientras me rodeaba nuevamente. Enardecido yo, busqué atender la súplica de su lengua y acallarla con la mía mientras mis manos buscaban un reflejo gemelo al posarse sobre su espalda. Mis dedos hicieron el mismo camino que los suyos, bajando, descendiendo, tocando lentamente su piel, disfrutando de él, de su contacto queriéndole en todos los sentidos plenos de la palabra, del sentimiento. Las yemas precedían a una palma deseosa de indagar y llegar a conocer todos los rincones, plenos y huecos de su cuerpo, una mano que terminó llegando al borde de su pantalón y que, sin pararse siquiera, buscaron una rendija por la que introducirse. Ahí, siendo esta vez la ropa interior la que nos separara, comencé a mover las manos, casi inconscientemente, pues mi atención se cernía sobre esos labios, que ya no recordaba si sabían dulces o perdían el sabor.

En esos momentos me sentía inspirado, pero no esa inspiración propia del arte, al menos no de lo que tradicionalmente se llama arte, si no aquella que te llena por completo, desbordando todos los sentidos, aquella inspiración que no se puede expresar con palabras o melodías, ni siquiera con un pincel repleto de color, aquella inspiración que solo se puede demostrar con actos, caricias y miradas. Aquella inspiración llamada amor. Era él, él y yo, nadie más. El mundo podía esperar fuera, porque, por unos instantes, no existía, el tiempo no pasaba, porque el tiempo había empezado cuando su piel me rozó por primera vez y se acabaría cuando nos separáramos, si es que tal temido momento llegaba alguna vez.

Tras estar unidos otra vez, sentados en aquella silla, ahora fui yo el que me cansé. Haciendo acopio de aquel reducto de voluntad que me quedaba y dispuesto a retomar por unos instantes el control de la situación, saqué mis manos de su pantalón y las llevé a sus muslos. Nos levanté reuniendo mis fuerzas y, con cuidado de no tropezar, di un pesado paso hacia nuestra izquierda, girando, y me incliné, sujetándole por la espalda con una mano. Forzando mis brazos, que demostraban años trabajando en la herrería, logré dejarle en el suelo sin mayor percance, sin dejar que nuestros cuerpos se separaran demasiado. Temeroso por poder hacerle daño, apoyé cada pierna a un lado de las suyas y mis brazos un poco más allá de los laterales de su cabeza. Le miré a los ojos unos instantes. Nuestros labios apenas se separaban un centímetro, milímetros quizás. No pensaba, estaba aturdido. Solo había algo que llenaba mi mente, y ese algo era él.


Alatz Seb. de Herrera
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Antes de entrar en la torre hay que investigar los alrededores no?[Alatz] - Página 2 Empty Re: Antes de entrar en la torre hay que investigar los alrededores no?[Alatz]

Mensaje por Allan Hayes Dom Jul 25, 2010 10:30 am

No sabía cuanto tiempo llevábamos dentro de la cabaña desde que entramos por última vez, no sabía si habría algún Ferhal rondando cerca de la torre, no sabía si quiera si alguien nos observaba en ese mismo instante, pero me daba igual, solo importaba el, el y sus caricias besos y abrazos.

Mientras estábamos los dos en la frágil silla, que crujía cada dos por tres, mi única meta era no separarme de el, no separar mi lengua de la suya, mis labios de los suyos, mis manos de su pelo......

De repente comenzó a imitar el recorrido que yo antes hice sobre su cuerpo, empezó por mi cabeza y, lentamente, recorrió cada rincón de mi cuerpo, como si buscará algo, finalmente llego a su destino, que todos sabemos cual es, todo hasta ahí normal, hasta que, sin previo aviso, metió su mano dentro de mi pantalón, siendo mi ropa interior lo único que lo separaba de mis nalgas.
Di un pequeño respingo, que casi no se notó, se podría describir como un pequeño estremecimiento, sencillamente, no me esperaba esa reacción por su parte, supongo que los dos sabíamos lo que íbamos a hacer, bueno, saberlo saberlo....no, sencillamente nos dejábamos llevar, hasta que uno de los dos dijera basta, aunque...no estábamos muy por la labor,claro.

Dejé que siguiera ''palpándome'', al fin y al cabo, me daba igual, el podía hacer lo que quisiera, total, ahora no podía ir y decirle que parara.

Sin previo aviso otra vez quitó sus manos de dentro de mi pantalón y me agarró de los muslos, luego suavemente y con toda la delicadeza del mundo, me levantó de la silla, agarrándome por la espalda con sus brazos, pude notar como los músculos de estos se tensaban, eran unos brazos fuertes, algún deporte tendría que haber hecho o algo para conseguirlos, luego le preguntaría, ahora no era el momento, desde luego.
Me tumbó suavemente en el suelo, luego apoyó sus piernas al lado de las mías y siguió besándome, recorriendo cada parte de mi con las manos, haciendo que me estremeciera con cada caricia, con cada roce.
Supongo que mi cara no tenía precio en ese momento, con la boca semiabierta y los ojos como platos conseguí articular algunas palabras.
-Te....te quiero, Alatz, mucho-me sonrojé
Uní suavemente su boca contra la mía y seguí besándole un rato, luego me incorporé como pude, quedando sentado frente a el, como un acto reflejo, empecé a besarle el torso, que estaba un poco humedecido, por el contacto con mi cuerpo, después de estar un rato así, subí un poco y besé su cuello, haciendo un poco de presión con mi boca en el.
Después, le imité y metí mis manos en sus pantalones y volví a tumbarme, quedando el completamente encima mía, aplastándome, pero sin llegar a hacerme daño o impedirme respirar.
El corazón me latía a mil por hora, en la vida había sentido lo que siento por el, y, espero, lo sienta el por mi siempre, como yo.
Allan Hayes
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